En estas tierras fenicias y herederas del insaciable e inescrupuloso cauchero, la búsqueda de la ganancia fácil, del incremento de los ingresos a cualquier precio, es mala moneda corriente. En la búsqueda de esa insaciable suma, no hay barreras ni remordimientos, ni el cumplimiento de las normas de seguridad que rigen ciertos negocios peligrosos para el usuario. Hay entonces la codicia desbordada que desprecia la vida ajena. En todas partes, aquí y allá, podemos encontrar esa nefasta tendencia que de vez en cuando ocasiona accidentes terribles con su inevitable secuela de víctimas que lamentar. Eso es lo que acaba de ocurrir tal y como informó ayer nuestro diario.
El turno, en el consabido cronograma de los accidentes y las desgracias personales, le tocó a uno de los grifos flotantes del distrito de Punchana, cuando uno de los tanques de combustible estalló debido al improvisado impacto de una embarcación. El saldo del incidente no puede ser más lamentable: seis personas quemadas, seis personas internadas en uno de los hospitales de esta ciudad. Ninguna de las víctimas contaba con alguna defensa, con la protección de equipos de seguridad. Algo que no es novedad en esos grifos y en tantos otros negocios.
Es decir, el indispensable control antes de que ocurran los daños y perjuicios, no existe. Brilla por su ausencia, si es que eso es posible. Una sociedad es deficiente si espera accidentes desdichados, víctimas con graves heridas y dolores inerrables para recién actuar. Y, sin embargo, así hemos vivido tanto tiempo. Ejemplo patético, el increíble servicio de la navegación fluvial. Las seis victimas del grifo flotante pueden ser inútiles si es que no se toma las medidas urgentes y necesarias para que los negocios peligrosos de esta ciudad dejen la voracidad del cauchero y, para comenzar, adquieran los equipos de seguridad indispensables para que no vuelvan las desgracias de siempre.