Las valiosas palabras

En irreproducible frase, en vetadas palabras,  el gigantesco alemán de pies tremendos, de brutal fuerza física,  que acabó de cargador o chauchero en los verdores dijo a la letra como una profecía burdelera: “Dios es grande, pero la p…es inmensa”.  Parece una afrenta o una burla pero expresa una lamentable verdad.  Lo citamos sólo para graficar una conducta habitual en tantos sectores de la sociedad nuestra.  No hay que olvidar que la bella y ribereña ciudad de Iquitos es considerada, con cifras y datos, como uno de los antros de variados tipos de prostitución. De manera que no hay ninguna novedad en ese frente que pocos quieren ver.

No avalamos con eso esa torcida tradición literaria del meretricio como referencia de la mujer fluvial. Creemos que hay bastante de inepto, de papagayo y de vendedor de baratijas en esa tendencia que es de ahora. No de antes cuando la fémina amazónica era vista como una mujer  coraje, una madre de armas tomar. Consideramos que hay bastante de chismorreo, de comadronería, de mal entendida beatería, de vestiduras mal rasgadas,  en esa  defensa del silencio de  la menor involucrada en el triste caso Dongo.

Porque lo que ella dijo es lo único con que contamos para cuestionar a una sociedad que gusta de la hipocresía  como norma de conducta. O  que gusta de inventar una ficticia  igualdad en el delito para justificar sus desmanes. Eso implica suponer que todos somos pedófilos, putañeros, adúlteros, porque es más cómodo saber que entre ladrones nos comprendemos mejor. No vemos dónde  está la ofensa a un ser desvalido que no tiene abogados gratis que la defiendan. Muy por el contrario, lo que dijo es valioso y está   sirviendo para sacudir a una parte de esta urbe.  No publicar lo que entonces ella dijo hubiera sido complicidad con el delito, y  una ofensa al popular “Ocho arrobas”,  quien dijo que Dios era grande pero la p…

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