Las pistas venideras
En el tortuoso laberinto de pistas iquiteñas a fin de este año se inaugurará, con su cerveceada de rigor, su discurso ardoroso y su parranda incontrolada, 5 kilómetros más de pistas. No es poca cosa. 5 kilómetros más, inundables o no, con desniveles o no, con forados o no, de acuerdo a la promesa electoral del burgomaestre Charles Zevallos. Hasta el momento en ninguna parte se nota la presencia edil de una saca de cemento, un vagón de arena o un par de cascajos regados, pero antes del inicio del 2012 tendrán que haber esos cinco kilómetros pisteros prometidos. No importa que el inquieto alcalde viaje al otro extremo de la tierra, que se divierta en voladores parapentes, que pronuncie palabras disparatadas, con tal de que no falte a su palabra electoral.
En el engaño de las promesas electorales vivimos como mongos del voto, paltos de las urnas. Cada zarrapastroso de la política promete cualquier cosa, ofrece cosas que después pasan al olvido. Como será de grave eso que al impostado y ampuloso Alejandro Toledo sus paisanos de Cabana hasta ahora no le quieren ver porque no hizo lo que prometió en campaña. Ni en su propia tierra fue capaz de no mentir. Requerimos recobrar la fe, algo que nuestros antepasados tampoco tuvieron, en esa clase que dirige nuestros destinos. La palabra empeñada debería ser sagrada. Toda promesa tiene que ser cumplida en el término de la distancia. Y los 5 kilómetros de pistas se sumarán a las pistas existentes.
El primero de enero del año que viene podremos recorrer esas pistas recientemente inauguradas. Recorrerlas de un extremo a otro, recorrerlas de orilla a perilla. En realidad, no estamos tan seguros de ello. Pero soñar no cuesta nada. Ni un ojo de la cara. Pero la ilusión es lo último que se pierde.