Las lamentaciones ante el desastre
La figura de Jeremías lamentándose con inenarrables desgarros y con terribles ayes sobre la ciudad caída, es poética. Es admirable el dolor de un hombre ante la hecatombe de algo querido. Pero es un desastre económico. Más hubiera ganado el profeta si hubiera hecho algo para evitar la desgracia. En estos tiempos difíciles, se imponen las tareas de prevención, de evitar los daños de los desastres naturales o de otra índole. En ese sentido el municipio de Lima acordó invertir la suma de 500 millones de soles en labores de prevención contra los desastres. Nos parece bien. El hecho es muy importante pues no sigue la corriente de esperar las catástrofes para luego recién actuar.
Es cierto que prevenir es mejor que lamentarse como varias madgalenas o tantos jeremías. O gastar luego de las desgracias como nos ocurre siempre a los amazónicos con las crecientes por citar un solo caso, el caso más notorio. Que sepamos no existe ni siquiera una idea de prevención, una sombra de anticipación contra ese fenómeno natural. Y las inundaciones ocurren todos los años. Es esfuerzo y tiempo perdido hacer planes de contingencia, mientras las autoridades se pierden en lamentaciones como el citado Jeremías. Ello implica grandes gastos en tratar de ayudar a los afectados. Desperdicio de dinero porque hay que repetir lo mismo, gastando plata que se podría invertir en otra cosa. Así siempre como un disco rayado.
Las lamentaciones ante las crecientes son un signo de petrificación de las iniciativas, de anclaje en el pasado cuando las inundaciones no eran tan grandes. Ahora que la creciente es brutal, que está haciendo gastar tanto dinero, se debería pensar en serio en un plan de prevención. Y eso antes de que bajen las aguas.