El señor Juan Bustamante fue uno de los primeros incaicos en dar la vuelta al mundo. Era un varón poseído por una genuina pasión de viajero y en tres años cumplió con su deseo, su sueño o su simple vacilón. Pero con la suya. El ilustre Charles Zevallos intenta dar la vuelta a la tierra de un extremo a otro, de orilla a perilla, de punta a cabo, como quien dice. Dar la vuelta a la tierra en una especie de competencia inútil con Bustamante que ya murió. Dar la vuelta a la tierra antes de que se le acabe la mamadera del pequeño poder provinciano. No se puede decir otra cosa de su descarada afición por la partida, el tránsito, la aventura viajera. Pero no con la suya, sino con el dinero de los sorprendidos moradores del condado de Maynas.
La lejana, remota Corea aparece ahora en la cartografía de ida y vuelta del burgomaestre. Con este nuevo destino, el señor Zevallos habrá acumulado nuevos kilómetros en su contienda extraviada. No solo porque no tiene competidor en viajes, si no porque los resultados de sus vuelos dejan mucho que desear. Parecen bromas de mal gusto. No sabemos qué ha ganado el alcalde visitando el zoológico de la respetable ciudad de Loja. De aquí a tres meses, cuando la actual creciente sea recuerdo, arribará la ayuda de Estados Unidos para las víctimas de las aguas. Es decir, siempre lo folclórico, lo picaresco, como una forma de gobernar.
El viajero competidor nos parece a esos extraños seres que de vez en cuando viajan nadando por el Amazonas como si no existieran los barcos o los aviones. Viajan por las puras albóndigas. No diríamos nada sobre tanto itinerario, si es que en aludido no fuera alcalde. Y, de acuerdo a nuestras fuentes, nuestros datos, es autoridad edil. No turista con plata ajena.