Por: Gerald Rodríguez. N
La novela moderna, como casi todas las buenas novelas que parió el tiempo, han sabido reflejar la última hora de toda una época social o individual, ese tiempo contaminante que cobija las sociedades que están en declive, esos grupos de mortales que derritieron el poco hielo de moral y armonía para encender el fuego incendiario de la corrupción y la maldad, la lucha por buscar el beneficio que les rescate de la miseria a costa de la imposición de ideas, de dictaduras emocionales y corruptas, a la que otro grupo de mortales sanos deben enfrentarse.
El enfrentamiento de pequeños grupos ante los sistemas de poderes, ante grupos irracionales incompatibles con lo sano, ha sido siempre el reflejo de algunas buenas novelas que desnudan las escondidas intenciones de la novela y hacen que esta se convierta en una herramienta para enfrentarnos al futuro incierto. Estas intenciones novelescas no dejan de ser ajena en la novela Fulgor de Luciérnaga (Editorial Tierra Nueva), del escritor loretano Miguel Donayre.
La trama tiene síntoma policiaco y es la que desenvuelve todas las demás historias que luego van articulándose para saber finalmente que la ciudad y la urbe muchas veces son la misma cara de una sola moneda. Un exiliado madrileño se entera que un compañero suyo de periplos, y que defiende la causa ecológica en una de las reservas de la Amazonía (en la novela se nombra a la reserva del Samaria), ha sido asesinado. Tomando iniciativa por la causa de lo sucedido, decide ir hasta el lugar de los hechos para enterarse mejor de la tragedia. Jaime Zumaeta es un periodista radial que se enfrenta al poder de la ciudad (en la novela se llama Isla Grande) desde su programa muy sintonizado llamado el “Imparcial”. Un grupo de infractores planean tomar venganza contra el ecologista que protege el puesto de vigilancia Nº 1 por haberles quitado sus herramientas de infracción. La época escolar que vivió el protagonista en épocas del colegio, solo puede recordarse como épocas de dura violencia en una ciudad que no dejaba de ser parte de la violencia del tiempo. Bajo esta telaraña de sucesos, en distintas rupturas del tiempo, se desarrolla la novela Fulgor de Luciérnagas, que con mucha habilidad de narrador experimentado, se desenvuelve en la novela con mucha facilidad. Las articulaciones de las historias se rompen en algunas partes del libro pero no logran despegarse por completo. Eso hace que de la novela se construya una misma visión de lo rural y de lo citadino. Que tanto la violencia de los personajes que aparecen en los escenarios rurales se parezcan a los actos de corrupción e insensible de la urbe. La maldad es una sola. Las visiones distintas de todos los personajes de una época reflejan las visiones oscuras y deshumanas de la condición humana impulsada muchas veces por la ambición. En la novela la galería de personajes deslumbra por reflejar los niveles más bajo a la que puede llegar el ser humano.
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