[Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa:]
Parece que todo va viento en popa para esta pareja que poco a poco se acostumbra al revuelo que suscita su sola presencia. La pareja del año tiene para rato.
Julio de 2015, dos de la tarde. Lugar: la idílica y exclusiva terraza del madrileño club Puerta de Hierro. Los socios combaten el calor con vino blanco helado y tinto de verano. La brisa que llega de la Sierra de Guadarrama, al otro lado de El Pardo, también refresca. La española Silvia Coca ha ofrecido un almuerzo para un pequeño grupo de españoles y peruanos. Entre los asistentes se encuentran una ilustre familia limeña de paso por Madrid, un destacado abogado y un importante periodista. Entre conversaciones sobre lo humano y lo divino destacó, como no podía ser de otra manera, el romance del año: el de Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler. Para no hablar de cómo intenta superarlo Patricia, la ex del Nobel. Se sabe que hay un acuerdo tácito entre todas las personas de su entorno (Los Gruenberg, Ossio, Málaga o Berrenecha en el Perú) para no tocar el tema en público, mientras ella intenta sobrellevar la separación refugiada en París. Por ello, no hay muchos detalles de su día a día. Es más, quienes la visitan cuentan que está prohibido mencionarle el tema.
El noviazgo entre Vargas Llosa y Preysler ha sido objeto de muchas especulaciones. Por eso todos tenían tanto interés en su primera aparición pública: la fiesta que ofrecieron Joao Flores –gran amigo de Isabel– y su esposa Tita Torrabadella, por el cumpleaños del empresario portugués. La celebración fue similar a una gran boda india, con tres días de fastos. Isabel y Mario llegaron en el avión privado de Fernando Fernández Tapias, quien no asistió. Los acompañó, en cambio, su esposa Nuria González.
El viernes, día de la llegada, tuvo lugar una fiesta callejera en el barrio de Alfama. El sábado por la mañana se celebró un almuerzo en barco por el río Tajo, que se mantuvo en privado y del cual la prensa ni se enteró. Un invitado comentó: “La verdad es que a Mario se le notan los casi 80 años. Le costaba subir y bajar las escaleras y moverse con soltura por cubierta. Necesitaba apoyarse en Isabel constantemente”. Durante el almuerzo, apenas se movieron de la mesa: solo tenían ojos para ellos mismos. En la noche tuvo lugar el gran evento, una cena de “media gala” en La Trattoria, donde los invitados bailaron hasta la madrugada. En la cena, todas las miradas se posaron en Isabel, enfundada en un mono blanco de Tot-Hom. Muchos comentaron que parecía increíble que la guapa filipina esté cerca de cumplir 70 años.
Vargas Llosa parecía orgulloso de exhibir semejante trofeo: la tomaba por la cintura, la miraba embelesado, y bailaron juntos cheek to cheek toda la noche. Una elegante dama cuchicheó a nuestra fuente, no sin algo de picardía: “¡Míralo… le está comiendo la oreja!”.
Isabel, una gran (des)conocida
Aunque cueste creerlo, nuestra fuente afirma que Isabel es consciente de que está “de capa caída” y reconoce que necesitaba un golpe de efecto como la relación con Mario Vargas Llosa, lo cual no quita que se haya enamorado. Aunque su patrimonio es elevado, sus gastos también.
Isabel es quizá la persona sobre la que más se ha escrito en la prensa española del corazón, pero mucho de lo que se cuenta es incorrecto. Se dice, por ejemplo, que llegó a Madrid desde su natal Manila sin nada, pero una amiga cercana reveló a COSAS: “Eso no podría ser menos cierto. Cuando llegó a Madrid, sus tíos eran embajadores de Filipinas. Su familia estaba muy bien conectada. Enseguida se hizo amiga de los Roxas, una poderosa familia hispano-filipina, de los Fierro, de Marta Oswald, marquesa de Santa Rita, y de Carmen Martínez Bordiú”.
Todos coinciden en que Isabel es camaleónica: aunque tiene sus amigos de toda la vida, siempre se ha acoplado a las amistades de sus esposos sin renunciar a las suyas. Con Julio Iglesias llegó a recorrer México en autobús, como una groupie; y con Miguel Boyer se acercó a la poderosa gauche caviar española, como Solchaga, Felipe González, o Elena Benarroch. Con quien menos se integró, al parecer, fue con el entorno de Carlos Falcó, marqués de Griñón, su segundo esposo, entre otras cosas porque dicen que la relación con los hijos de este, Manolo y Sandra, no era buena.
Es innegable que Isabel es una mujer con un gran magnetismo y encanto. Una persona de su entorno comentó que ella es “tan dulce y agradable que es un placer estar con ella, y te hace sentir la persona más importante”.
Próxima parada: Nueva York
El 9 de setiembre se realizará la que, sin duda, será la fiesta de la temporada neoyorquina: la inauguración de la nueva tienda de Porcelanosa, en Manhattan. La fiesta contará con setecientos invitados, y la presencia de Mario Vargas Llosa está confirmada junto a Isabel Preysler, imagen de la firma. La presencia del Nobel era importante para Porcelanosa y su nueva apuesta en Estados Unidos. Manuel Colonques, presidente del grupo, logró convencer a Vargas Llosa, pese a que el novelista tenía un compromiso en Suiza por esas fechas. Lo que dejó claro el escritor es que no espera ninguna compensación por su presencia, y que consideraría tal ofrecimiento como una ofensa.
Es importante aclarar esto, pues en los último días “The New York Times” debió rectificarse y ofrecer disculpas públicas luego de que uno de sus columnistas diera como verdadera una cuenta en Twitter del Nobel, en la que supuestamente informaba su matrimonio con Isabel Preysler en junio de 2016. La columna de Joshua Cohen también decía que el escritor cobraba 850 mil euros por dar fotos exclusivas a la prensa española del corazón. Vargas Llosa consideró esta información como “calumniosa” y “pérfida”. Cabe destacar que varios medios españoles también dieron espacio al rumor del posible matrimonio Vargas Llosa-Preysler.
Sin noticias de Isabel
Quizá porque la pareja del año está afrontando un futuro que será, por fuerza, cerca de los reflectores, Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa decidieron pasar las vacaciones de incógnito. El peruano y la filipina estuvieron en Oporto, Bruselas y en la Costa Azul. También pasaron unos días en Mustique, donde se les unieron Tamara Falcó y Ana Boyer junto con su novio, el tenista Fernando Verdasco. Allí, Mario e Isabel se alojaron en una villa ubicada al borde de un acantilado, un lugar de ensueño con chef particular, ama de llaves, jardinero, piscina privada y un carrito de golf para moverse por la isla. (Revista Cosas)