En un negocio redondo y clavado, la oriental ciudad de Iquitos, fue vendida con todos sus corotos, sus berrinches y sus forados en las pistas. El que promovió y auspició la subasta internacional de aquella urbe fue el mismísimo mandatario Martín Vizcarra. La razón fue que dicha metrópoli estaba muy lejos del país y que no tenía una ocasión de progreso debido a la ineptitud demostrada por sus autoridades a lo largo de los años. La ceremonia de venta se realizó en la ciudad de Nueva York y desde una indicio la empresa Williams & Williams estuvo a la vanguardia con sus ofertas que bordeaban los millones de dólares. Al final, se impuso la mencionada empresa y así Iquitos pasó a manos privadas. Desde un inicio la empresa compradora incentivó la venta de la comida basura como destino manifiesta de aquella isla.
El insólito porvenir gastronómico se impuso contra toda ruidosa parrillada o pollada o cecineada, gracias a la constante presencia de unidades atiborradas de viandas pertenecientes a la comida basura. En poco tiempo, en distintos lugares de la urbe, en las entradas y las salidas, en los cruces de las calles, en los sitios donde antes se vendían las viandas tropicales, se abrieron negocios que ofrecían con gangas ese tipo de comida. Y, poco a poco, las gentes fueron perdiendo el hábito de consumir la acostumbrada gastronomía de antes para devorar esos platos preparados al aire libre. De esa manera Iquitos se convirtió en la ciudad más dominada por la comida basura. En poco tiempo la urbe adquirió fama y renombre, convirtiéndose en el centro de ese tipo grosera gastronomía. Nada más que comida chatarra se vendía en cualquier parte.
El desenfrenado consumo de la comida basura trajo como consecuencia la inevitable aparición de obesos en todas partes. Muy pronto la ciudad se convirtió en una sede de gordos que apenas podían con sus almas. Pese a sus papadas, sus barrigas abultadas y otras manifestaciones de ese mal, nadie dejó de alimentarse con ese tipo de comida. Y en el presente la ciudad es una especie de clínica móvil donde las personas viven en calamitosa estado y apenas pueden movilizarse y hacer sus tareas diarias.
o Después de juramentar como presidente del Perú ante la majestad del disuelto Congreso, ante la autoridad mellada de algunos congresistas que todavía no se iban para sus casas, la señora Mercedes Araoz decidió sentar sus reales lejos de Lima y del palacio de Pizarro para proceder a ejecutar su improvisado gobierno. Así que eligió el distante pueblo de Timicuro para desde allí, desde esa lejanía selvática, iniciar con su régimen femenino. Completamente sola, sin la asistencia de asesores o funcionarios, sin nadie a quien mandar, comenzó con su mandato que se caracterizó por una serie de dispositivos que tenían que ver con el destino del mandatario Martín Vizcarra. Para esa época Mercedes Araoz había olvidado que durante mucho tiempo fue una simple vicepresidente que no tenían una función específica y que a veces asumía el cargo principal. Pero una vez en el supuesto poder pasó a la ofensiva y declaró la vacancia del presidente que había disuelto el Congreso.
Era una manera de limpiar el terreno, de sacar de su mirada a quien le hacía sombra y como carecía de presupuesto para sus gastos cotidianos o para la inversión, se vio en la urgencia de realizar una serie de préstamos bancarios para de esa manera iniciar algunas obras como una vereda peatonal en el pueblo de Timicuro. Mas no podía hacer y fue así como ella, poco a poco, fue quedando relegada a una condición parásita, mientras los congresistas despedidos y defenestrados trataban por todos los medios de convertirla en un caballo de batalla. En vano, gracias a martingalas o leguleyadas, hacían gestiones ante organismos internacionales buscando que ella fuera reconocida como la legitima y verdadera mandataria del Perú. Hasta arribaron a la legendaria Corte de la Haya para que los serios y circunspectos jueces le dieran la razón. Pero esa presidencia carecía de validez, de peso, y acabó convirtiéndose en un mandato fantasma.
El tiempo ha pasado desde entonces y hoy por hoy nadie sabe dónde se encuentra Mercedes Araoz. Lo cierto y verdadero es que un bello día desapareció de la casa alquilada de Timicuro. Y al parecer emprendió un largo viaje sin puerto de llegada y se supone que ahora vive así, viajando sin descanso, y sin ganas de volver al Perú donde fue tentada por el poder máximo.