La torta de todos

En los laberintos del Perú el conflicto no escasea ni disminuye. Antes de todos estos desencuentros,  el Inca se las traía y para conservar su poder era capaz de cualquier cosa. Los yanaconas podrían dar testimonio de las majaderías imperiales que desembocaron   en la guerra a muerte entre Huáscar  y Atahualpa. Después pizarros y almagros se sacaron la mugre por conservar el poder, la parcela, la cuota, la panaca castellana.  En el presente, de acuerdo al último informe de Defensoría del pueblo, hay 233 conflictos listos a estallar o ser solucionados en el término de la distancia. Esa carga no es de ahora. Viene desde los días  republicanos donde cada gobernante imaginó que esos problemas se iban a solucionar solos. Pero lamentablemente esos problemas se han agravado. Por ejemplo, la cuestión Aymara todavía está allí, esperando su momento.

En ese contexto de permanente disturbio, de batalla por desatarse,  se puede ver la actual coyuntura donde los paros y huelgas marcan la agenda social. El fenómeno no es nuevo y aparece cada cierto tiempo cuando las condiciones o las demandas  lo permiten. Es decir, estamos ante algo acostumbrado en este país donde las mismas reivindicaciones desvelan a los gremios. El aumento salarial es la fuerza que impulsa las protestas, pero no es la única razón.  Pero eso es otro tema.  En el escenario nacional la cosa está que arde y más protestas vienen volando.

El actual gobierno sabía lo que heredaba. Conocía de sobra que heredaba un polvorín social casi inmanejable. El régimen de la inclusión se encuentra entonces ante su mayor desafío que es actuar de diferente manera a los otros gobiernos que prefirieron crear las condiciones para el terrible Baguazo. Es la hora de demostrar que las cuentas en azul, los números positivos, las cifras admirables,  son parte de una torta que pertenece a todos. Es decir, tantos peruanos y peruanos se cansaron de asistir al banquete de los otros. Ansían su lugar con todo derecho.