No me atrevía a escribir sobre Marco Aurelio Denegri a pesar que lo he seguido desde que tenía su programa en cable y casi nadie comentaba sobre su estilo particularmente seductor que imprimía a sus discursos y sus entrevistas. Muchas veces, cuando el debate sobre cómo abordar diversos temas que suelen parecer “aburridos” en medios de comunicación sean interesantes y enamoradores, mi mayor referente era Marco Aurelio Denegri.
Esa conjunción de hacer didáctica la literatura, el lenguaje, el sexo, la historia o el mundo popular era realmente cautivadora, muy ejemplar. Cada sesión, porque eso era y no sólo un programa de Tv. eran como ensayos hablados con un fundamento tan profundo que había que estar preparado para entenderlo realmente, pero además eran atrapantes para cualquiera que no sepa lo que este hombre flaco, anteojudo y hasta irreverente decía con una soltura que estoy seguro no aprendió en ninguna escuela o universidad, sino que se basaba en su profunda inteligencia para leer lo que la gente era y quería.
He esperado a que los que lo conocieron un poco hablen y escriban algo de él para poder tener mayores referencias personales de una vida tan solitaria como presumía, tendría. He encontrado, efectivamente, algunas referencias de ese desprecio que tenía por la ignorancia y sobre todo la cobardía, así con esa misma intensidad, se alejaba de la gente por obvias razones: no estaban a su altura.
He leído algunas explicaciones sobre su tortuosa soledad. Sus manías y como sus conocimientos tan inmensamente didácticos sobre el sexo, en realidad tenían en él y en su vida un correlato contrario. Alguien que no lo hubiera seguido con ojos ávidos como lo hacíamos muchos, podrían entender en él cuestiones patológicas para con el sexo y la sexualidad popular, pero los contados (as) que lo conocían hablaban en realidad de un hombre que tenía cierta alergia y timidez para poder en práctica sobre esa enciclopedia sexual que inoculaba en sus expresiones.
Pero ese tema, tal vez lo concibió también, era un gancho para haberlo hecho popular entre los medios y programas que él aborrecía y de ahí que adquirió cierta popularidad. Pero donde yo lo he disfrutado inconmensurablemente es por supuesto en la literatura, la filología y el conocimiento de lo popular a lo largo de la historia última de nuestra sociedad, su inmensidad para abordar estos temas me hacía pensar que para entenderla teníamos que partir del conocimiento como exigente principio para poder explicarla o interpretarla o sino no tener el derecho de hablar. Cómo eso de cuestionarse porque el voto de un ignorante debía tener el mismo peso de alguien que se ha matado para entender la sociedad.
Su crítica hacia la imbecilidad en esta era digital estoy seguro que era la manera inteligente que tenía para abordar la postura de la clase política. La explicación de la cobardía como una de sus características me enganchaba para, a partir de ahí, despreciar en parte a aquellos que no asumían sus culpas, errores o delitos. No hay duda que, sin quererlo, formó a una generación que ojalá intenten repetir algo de lo que él hacía con normalidad, plantear temas que podrían sonar aburridos y transformarlos con un estilo que te atrapa y te demuestra que no necesitas ser un “conchadesumadre” (termino que criticaba por su mal pronunciamiento más no por su significado) para poner basura en la agenda.