LA RUPTURA AVÍCOLA
En medio de decapitaciones de gallinas, de preparación de suculentos juanes, de botellas con entro o vacías, de vasos llenos o rotos, de bailongos hasta el amanecer, pasó desapercibido un hecho político en plena celebración del embriagado Santo Patrono. El señor Richard Vásquez abandonó el corral, la criandería de plumíferas, el gallinero y se fue con su música a otra parte. No quiso seguir leyendo aquello de que Mera ponía huevos en el Congreso, como si eso fuera posible en un gallo que se respete y del Señor goce.
El renunciante o saliente Richard Vásquez tampoco quiso seguir agitando sus brazos como si fueran alas, ni cantando como gallo madrugador ni cargando un gallo ni aportando de la suya para caldos de gallina, ni regalando pollos piantes para futuras y posibles granjas avícolas, y se fue para no volver. Los señores Mera y Monasí, creadores de la alianza gallera, tendrán que cantar en dúo y no en trío. La renuncia del señor Vásquez supone que Mera y Monasí auspician un pacto zoológico y no político donde abunda la encarnizada pelea de gallos. Lo que falta es el coliseo para tan enconada bronca.
El gallo, cualquier gallo, canta no por amor al arte sino para delimitar su territorio así se encuentre en corral ajeno. Ahora que el señor Richard Vásquez no cantará ni en las mañanas, ni en concurso de barrio, las cosas quedan claras para nosotros. La oposición no sabe sumar, mucho menos multiplicar. Su operación aritmética mayor es la resta. Y si esa oposición no sabe unirse, procesar sus diferencias, manejar sus discrepancias, sin llegar a la frontera o la ruptura, entonces estamos perdidos, como casi siempre en nuestra historia regional. Porque necesitamos una oposición verdadera y responsable que sea contrapeso del poder, que incorpore en su agenda la movilización social y que elabore un alternativo plan de gobierno.