ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
A veces los cuentistas desbaratan cuentos. Eso es lo que uno deduce luego de leer “Imitación de una guerra”, cuento que forma parte del libro “Las montañas del Kajara” de Gerald Rodríguez. Con un manejo de las palabras que cada vez encanta más por su osadía con el género Rodríguez escribe “—Hijo de puta de Cervantes, ¿dónde mierda se ha metido?, ¿dónde está el cuerpo militar del estado federal de Loreto?, ¿dónde mierda está la ciudad que no viene a defender esta buena causa revolucionaria? —dijo Baes con susto y desesperación.
—Maldito veterano, tenías razón, Cervantes ha huido y ningún civil vendrá ahora apoyar la revolución. Todos los hijos de putas de soldados cobardes estarán escondidos. Tenías toda la razón, maldito viejo —dijo Curiel, devolviendo el fusil a Barreda, que lo miraba con prestigiosa intensidad, con el alma en su rostro—. Maldito Baes, tenías toda la maldita razón sobre Cervantes”. Del cuento se puede pasar a la realidad. Revisando los diarios de agosto y demás meses de 1921 uno puede acercarse a lo que aconteció en Iquitos.
Como se demuestra en los diarios de la época lo de Guillermo Cervantes fue toda una farsa que perpetraron apelando a la patria y prometiendo que darían la vida por ella. Así quedó registrado en uno de los documentos que “los revoltosos” se encargaron de difundir. “Los que iniciamos este movimiento estamos dispuestos a sostenerlo hasta perder la vida. No es el caso de augurar, ni de obtener ninguna ventaja personal; lo que nos mueve para dar el paso que habéis contemplado es el patriotismo herido…”. Esto se lee en una parte del “Manifiesto al pueblo de Loreto” publicado el 7 de agosto y republicado varias semanas después por los periódicos de Lima. Luego se conocería que el capitán Guillermo Cervantes con sus pocos aliados sustrajeron de las bóvedas del Banco del Perú y Londres más de 20 mil libras esterlinas.
Por eso he disfrutado, más que con los cuentos como “Las montañas de Kajara” que da título al libro donde el protagonista es un “ser protector de la selva, maldecido por todos…”, con los cuentos que desmitifican un poco la historia oficial y oficiosa donde se intenta elevar a categoría de “revolucionario” a quien no fue más que un revoltoso que abandonó a quienes decía defender y con mínimo respaldo popular estaba más preocupado en vaciar las bóvedas para marcharse con las libras esterlinas con el apoyo de un pequeño grupo con sus mismos objetivos. Gerald Rodríguez afianza su vena creativa desmenuzando hechos históricos fabulando sobre ellos para contarnos lo que realmente sucedió.