Si un hombre no fuera el que populariza el personaje de “La Paisana Jacinta”, tal vez no tuviera el éxito que tiene. Peor aún, si habría mayor creatividad en la televisión nacional, este personaje que promueve de cuando en cuando los debates, ni siquiera tuviera un renglón en los medios que se encargan de exacerbar los puntos de vista, enfrentarlos e inventarse “tendencias” para poder vender sus productos.
La Paisana Jacinta, más allá de la estigmatización de la mujer andina que atribuyen muchos como el motivo para sacarla del aire, es producto del pobre humor que tiene el peruano. Más que indignación por los dientes negros o ausentes, la suciedad o el “mote” al hablar, particularmente a mí me decepciona porque no puedo pensar que por tan pobres parlamentos o guiones un peruano promedio pueda reírse y promover su raiting.
El humor tiene que ser estructurado, sustancial y que provoque la duda o admiración por los textos, reacciones o escenas que nos llevan sobre todo a la incongruencia y este factor es el que menos observamos en este personaje. Sólo algunas “criolladas” y maltratos con una vara que es un recurso muy desgastado en el humor peruano. Claro que la Tv. Nacional hace tiempo que degradó y mal educó a la masa que lo sigue. Por eso basta con este personaje tan predecible para hacerlo reír.
Si sacamos a la Paisana Jacinta, saquen también a los demás estereotipos que cumplen el mismo objetivo que parece concertado para embrutecer aún más a la gente. O en todo caso, antes que sacarla llévenlo a un horario adecuado de tal manera que los cerebros en formación de los infantes no asuman ese rol de la Paisana Jacinta como normal. Aunque, valgan verdades, entre esa legión que dice ser admirador de este personaje y el cerebro de un infante no debe haber muchos grados de diferencia en su coeficiente.
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