No se trata de enamorados, ni posibles sismos o inundaciones. Se trataba del mal endémico de los periodistas, comunicadores sociales y relacionistas públicos en general. El condicional al momento de informar o dar una opinión. Y no sólo es el arma de la inexperiencia, que podría atribuirse a un principiante del oficio como el que ayer pude observar por la Tv. local. Un muchacho de apellido Salazar que lo utilizaba como una especie de credo o padre nuestro al momento que, tembloroso, intentaba dar un comentario.
Seguro una sola consigna obedecida al abogado antes que al periodista el cual le infundieron antes de mandarlo al ruedo de los flashes: “nunca asegures nada, todo en condicional para que no afrontes juicios o demandas”. Pero eso podría ser excusable por la edad, los que ahora lo manejan y lo han transformado con una experiencia maliciosa torpe y descarada son los que continúan en ese horario y en otros medios televisivos. O peor aún, tergiversando un apellido, cambiándolo para disimularlo y finalmente atribuirle grandilocuentes delitos, inconmensurables defectos personales o profesionales al enemigo de turno.
Ese incondicional que antes era temeroso y un arma semi blanca ahora se ha convertido en un recuerdo. El incondicional en el periodismo, lamentablemente se transformó en el descaro total que con empacho y sin vergüenza se utiliza al darse cuenta que el entonces incondicional era demasiado decente e inútil para cumplir con el objetivo del patrón. No son periodistas pero se hacen llamar con todas sus letras y claro, la gente los identifica de esa manera y cuando los contratan seguramente alardean del tonelaje de diatribas, calumnias y delitos que son capaces de producir en el menor tiempo posible.
Y se envilece el oficio, porque si antes era todo un proceso armar el condicional en el periodismo serio, una especie de atributo esporádico para dejar un paréntesis en lo que no se había cotejado o no quedaba claro, pero había indicio. Porque antes era una teoría consabida que el condicional era infantil y de inexpertos. Pero ahora la cosa está desaforada, fuera de control, un desagüe que discurre a la vista y paciencia de todos. Una especie de talk shows de la peor calaña.
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