ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
La noticia mundial de la semana ha sido la publicada por “Hola” en España y que ha invadido las redacciones de los medios sensacionalistas y conservadores del mundo. Pero la imagen que perdurará en la mente de los ciudadanos del mundo será aquella donde Mario Vargas Llosa –detrás de la ventanilla del automóvil- confiesa: “Lo único que le confirmo es que estoy separado, no tengo más declaraciones que hacer, que respeten la vida privada”. Frase que contradice la comunicación enviada por su aún esposa y prima hermana Patricia Llosa de Vargas: “Mis hijos y yo estamos sorprendidos y muy apenados por las fotos que han aparecido en una revista del corazón. Hace apenas una semana estuvimos con toda la familia en Nueva York celebrando nuestros 50 años de casados y la entrega del doctorado de la Universidad de Princeton. Les rogamos respetar nuestra privacidad”.
A los 79 años y poco más Mario Vargas Llosa vuelve a ser protagonista mediático de lo que hace en su alcoba. Y es que la vida privada del escritor ya es una cuestión pública. Y él –autosatisfactoriamente o no- se ha encargado de hacerla así. A pesar que hoy pide respeto para ella no debemos olvidar las declaraciones de la hija de Isabel Presley esta semana: “Son pareja y están felices e ilusionados. Es una relación firme y cada paso que se ha dado desde el viaje a Londres hasta la fotografía de espaldas de la pareja está perfectamente orquestado por los protagonistas de la historia. Él no se ha desayunado con una sorpresa».
Ya a los 19 años –sesenta calendarios antes- el mismo escritor fue protagonista de vaivenes amorosos con una tía política –hermana de la esposa de su tío Luis, recuérdese- que duró poco más de diez años y que terminó tormentosamente con un libro autobiográfico y una respuesta con igual característica de Julia Urquidi. Allá por los años 70 también se habló de un escritor malagradecido y traicionero. Y quien se metía en una relación era una jovencita pariente que se había ido de vacaciones a Europa y terminó vacacionando a la tía que la había acogido.
Y como para no desaprovechar la ocasión la prensa peruana ha metido su cuchara hasta donde ha podido. Magaly Medina, una de las personas mediáticas que cada fin de semana nos sorprende con revelaciones de alcoba, ha dicho que “»Vargas Llosa resultó ser un perro. Ahora es considerado por muchos hombres del país como un jugadorazo. Me parece inhumano dejar a una mujer después de 50 años de matrimonio. Por eso que no se ofendan los fans del escritor cuando le digo al gran escritor ‘perro, perro, perro'».
Ningún fans del escritor se va ofender con las vicisitudes amorosas de un ser humano que, precisamente por ello, por su éxito tiene que soportar la cobertura mediática de sus salidas sentimentales. Es verdad que hubiéramos preferido no tenerlo en esos avatares. Pero es un ser humano. No hay que olvidar ello. Y, vamos, alguien que haya elaborado una obra como “La Casa Verde” –la opinión de Julio Cortázar aún antes de publicar esa obra deja obvia toda opinión- o haya sido capaz de armar los entretelones de “La guerra del fin del mundo” o se haya sentado para escribir “La ciudad y los perros” tiene licencia para reincidir en las locuras íntimas que la “civilización del espectáculo” ha puesto en agenda en estos días con más fruición que la vista hace seis décadas. Y, a pesar del anecdotario que rodea la vida de las personas públicas y no tan públicas, lo que debe quedar claro es que la literatura es eterna, el amor no.