La renuncia de Pedro Pablo Kuczynski es como una orden perentoria para que el señor Martín Vizcarra abandone su retiro de Canadá, donde presta servicios de embajador, y venga al Perú. No de paseo sino a tomar las riendas del poder abandonado. En sus manos entonces quedará está patria a la deriva, con fuertes contradicciones y hondos desencuentros. Su nombre ha empezado a sonar por todas partes desde antes de la renuncia de PPK y ahora es la gran ocasión de demostrar, a propios y extraños, que no defraudará las expectativas cifradas en él. Entonces se impone la hora suprema de un hombre que ocupó un segundo plano en el régimen del hombre que se fue, que alguna vez realizó un aceptable gobierno en la provincia y que jugará sus mejores cartas a la hora de administrar este complicado y arduo Perú