LA HORA DEL CARRETILLERO

El desafinado canto en el karaoke parece que no le rinde al burgomaestre de San Juan. El señor Francisco Sanjurjo Dávila se puso, por fin, los pantalones largos y a su medida para innovar su gestión edil. Ocultando el bochorno de la Plaza Roja y otros hechos ingratos, ha dado un salto prodigioso de canguro y con garrocha de por medio. Y en vez de impulsar jornadas melódicas y cantarines con sus boleros desconsolados, sus cumbias atorrantes y sus baladas cantineras, decidió ponerse a trabajar. A parte de sus normales funciones de alcalde, se hizo carretillero, como consta en el reciente documento fotográfico salido de las oficinas de imagen institucional de la gestión referida.

En la foto histórica, el alcalde luce jovial, animado y robusto. Parece un curtido ejemplar de construcción civil que va hacia la mezcla, el ladrillo, la pared. Pero, suponemos, el burgomaestre laborioso no se dedicará a la albañilería, terreno ocupado por el candidato Euler Hernández aunque efímeramente, ya que tapó un solo forado con publicidad de por medio. El campo donde el también aficionado al canto tiene futuro es la baja policía. Allí está la clave de su gestión, el impulso real para una eventual reelección. Es de suponer que con esa carretilla, que parece nueva y pagado al contado, el señor Sanjurjo procederá, en las madrugadas frías o ardientes, a recoger esos desperdicios que se quedan en esos cajones de hierro ubicados al borde de la carretera al aeropuerto.

La hora del carretillero, parece ser un tramo importante en el gobierno edil del señor Sanjurjo. Desde aquí, sin cobro alguno, sin la búsqueda de un puesto como asesor u otro cargo, le recomendamos que, con su veloz y dinámica carretilla, venga a Iquitos y procede a limpiar los basurales de siempre, los desperdicios eternos que nadie puede retirar de las esquinas, las calles, las pistas. Esa carretilla prodigiosa puede ser más eficaz que los camiones del ingeniero Brunner, las furgonetas ediles y cualquier tacho inútil.