La grosería del besuqueador

En lenguaje de taberna, en emisión verbal cantinera, el besuqueador dejó su pasado galanteo a despistadas féminas para ganar votos y descendió al terreno de la grosería para referirse a su gobierno edil. Aunque usted, lector o lectora, no lo crea dijo que su gestión era de la p…madre. Cierto,  el poeta y ensayista Octavio Paz consideraba que la grosería era el único lenguaje vivo que tenemos los pobres latinoamericanos, y César Calvo escribió Proclama, donde sostiene que la grosería es pura. Pero semejante palabra o frase tiene  su momento y su lugar. Su ambiente. No puede ser lanzada alegremente en cualquier parte, menos por una autoridad elegida erróneamente por el votante.  Salvo que no se encuentre bien de sus cabales o  que  no tenga los fusibles en su lugar, como sospechamos le ocurre a don Charles Zevallos.

La grosería referente a la p…madre, por otra parte, le salió por la culata al todavía burgomaestre de la desdichada Maynas. Porque si quiso decir con ello que su  gestión era de polendas, se equivocó de orilla a perilla. No puede ser una administración aceptable aquella que permite que la basura invada las calles, por ejemplo. Nos zamparíamos toda esta edición si enumeramos todos sus  desaciertos, sus olvidos y sus caídas. Desde esa realidad que quema diariamente,   desde esa verdad sin atenuantes,  la grosería  zevallista es pura demagogia. Es, sospechamos, la mentira que le dicen a cada rato los titiriteros que le sacan, cargan, esconden, llevan, traen y  vuelven a traer.

La grosería, en forma de madreada, nada tiene que ver con lo que se conoce del alcalde. Esperpéntico, folclórico, besuqueador, consideraba que la política era un espectáculo,  pero nunca había arrendado por los predios puteantes. Ese desliz sería motivo suficiente para que en el término de la distancia se le practique un análisis médico, por más que se opongan los titiriteros. Hay que hacer eso antes de que sus metidas de pata lleguen a la otra banda.

1 COMENTARIO

  1. Eso no es nada, en plena misa en la iglesia grita y balbucea, llamando la atención de los fieles y creando RISAS en sus hijos que lo acompañaban…Y los «fortachones» que le resgaurdan no sabían que hacer, se miraban las caras…… POBRE ESPECTACULO……

Los comentarios están cerrados.