La gloriosa escuadra alba, el orgullo del balompie loretano, acaba de reinscribirse en un lugar que le es ya familiar: la retaguardia. El último partido contra un discreto, corredor y hasta faulero Total Chalaco, escuadra del montón que no le ha ganado a nadie y que también sufre el fantasma del descenso, destronó alguna ilusión excesiva sobre la recuperación del equipo, hizo despertar a más de un fanático y confirmó la verdad de que este equipo deslucido ni siquiera hace lo más primario y elemental en el arte de la pelota: ganar en casa. Es decir, en su propio reducto, ante la sufrida mirada de sus fervientes hinchas, el CNI no pudo ganar los tres puntos con que hubiera comenzado a salir del tortuoso último puesto.
El último puesto queda ahora como una condena, una caída inexorable. Pero lo peor de todo no es la derrota en casa, no es la cola solitaria en este largo campeonato. Es el perder sin casi inmutarse, sin mostrar esa grandeza provinciana de la ardiente garra, del encendido amor a la casaquilla y de la generosa entrega total del pelotero. Los integrantes de la escuadra blanca parece que están en otra cosa, en una refrescante y divertida pichanga entre patas y conocidos, donde no se juegan puntos decisivos y hasta la misma permanencia en la máxima categoría del fútbol. Salvo algunas excepciones, por supuesto. Pero el verano no lo hacen pocas golondrinas. Y a este equipo le falta, fundamentalmente, amor propio, ganas de ganar, coraje para ganar.
El último puesto actual no puede ser, sin embargo, la antesala de la ruina definitiva o la baja de categoría al final de este campeonato. Sería absurdo que ese equipo, debido a lo que su nombre significa en el fútbol nuestro, debido a lo que es para el hincha de acá, no pueda salir de ese pantano. Sería absurdo hasta imaginar que en las fechas que se vienen la escuadra alba seguirá en lo mismo, seguirá perdiendo en casa, seguirá en el sótano de la tabla de posiciones. Corresponde a los actuales dirigentes encontrar la senda que haga que este equipo deje de ser una asociación de jugadores derrotados, de jugadores sin alma, de jugadores que entran y salen del campo como para entretenerse en una pelotería sin riesgos. De lo contrario qué sentido tendría el nombre de esa gloriosa escuadra que tantos fervores ha convocado y todavía convoca.