En fiel cumplimiento del acuerdo de caballeros o Pacto Etico Electoral algunos candidatos loretanos dejaron por un momento de arrojarse pasquines, de sacarse la madre y la mugre, de intentar asesinarse y, en un comunicado difundido hasta en la sopa mañanera, exigieron el retiro inmediato de la contienda del señor Hermógenes Flores. Debido a que no era legal incrementar el número de animales en la jornada de las urnas con esas vacas prometidas. Ni siquiera una vaca lechera era pertinente cuando faltaba poco para el día central de la votación. El ejercicio de la política, por otra parte, no podía seguir animalizándose alegremente. Era suficiente con los gallos, los pollitos, los perros, los otorongos, los gatos negros.
El zoológico de las ánforas ya estaba completo entonces, no cabía ni un alfiler y como aquello del arca de Noé no cabían más animales ni en la cocina. Pero mientras la entidad electoral resolvía la tacha presentada, el señor Flores se burló de sus colegas y, campantemente, ofreció terneras y toros bravos. Lo último fue peor porque ciertos colectivos sociales protestaron debido a la implicancia sospechosa que tenía ese tipo de ganado. El hombre que suspiraba nuevamente por la alcaldía de Belén no se detuvo ante nada, sin embargo, y en vez de escuchar la protesta de los dueños de pastos de la carretera a Nauta, ofreció una ganadería si era reelegido.
La ganadería prometida era un cuento y no existía en ninguna parte. El señor Hermógenes Flores, con su bote y su motor del desarrollo, de sí mismo, ha desaparecido de circulación. La orden de internamiento en prisión pende sobre su cabeza. La nueva ley electoral es drástica, y hasta es retroactiva, y a la letra dice que ningún candidato por ninguna circunstancia puede mentir a sus electorales. Caso contrario, se le aplicará en el acto y sin previo juicio o intervención salvadora del tinterillo la cadena perpetua.