Faltando pocos días para el día central de las elecciones generales del 2016, los miembros de mesa, entre titulares y suplentes, presentaron sus renuncias irrevocables al proceso electoral en marcha. La medida era lo que faltaba, pues en ese tiempo ya habían ocurrido la mayoría de renuncias de los candidatos que no contaban con apoyo en las encuestas que se difundían. Los que seguían en carrera se sintieron tan solos y tan ridículos ante la ausencia de rivales que en un determinado momento no pudieron más y presentaron sus renuncias. De esa manera la jornada de las ánforas quedó vacía y sin aliento.
No había un solo candidato en el horizonte porque todos y todas se habían ido con su música a otra parte. Ante esa situación el Jurado Nacional de Elecciones pretendió salvar el proceso inscribiendo a nuevos candidatos para que participaran en las elecciones de emergencia. Así fue como aparecieron con sus padrones de firmas una serie de personajes de la farándula y del pelotismo que pretendían convertirse en presidentes de la república o en congresistas de la patria. Cuando todo parecía encaminado para la realización de las elecciones, los miembros de mesa presentaron sus renuncias. Y no depusieron su medida pese a que les ofrecieron darles un buen rancho, una paga suculenta y el descanso de una semana luego de la votación.
De esa manera no se realizó la jornada de las ánforas ese año del 2016. Desde entonces en el Perú no se pueden realizar elecciones porque los candidatos y los miembros de mesa renuncian de un momento a otro. El cambio de autoridades de todo nivel e importancia se realiza bajo la modalidad del sorteo en las plazas públicas. Y hasta ahora los resultados son óptimos, pese a algunas inevitables quejas de hombres y mujeres que no se conforman con el predominio del simple y cambiante azar.