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Hace 13 años que terminé la secundaria en una de las escuelas de Fe y Alegría. Fue una experiencia realmente maravillosa haber pasado por las aulas de Fe y Alegría. Recuerdo con especial cariño que las hermanas religiosas que administraban el colegio transmitían la filosofía de que en el mundo es más importante ser buen ciudadano antes que un estudiante con altas notas.
Durante mis años de estudiante conocí a la Hermana Rosario, quien fuera mi profesora del curso “Ética y Valores” curso cuyo contenido nos sigue haciendo tanta falta en el Perú. Ella iba a la raíz de los problemas actuales, y nos invitaba a levantarnos contra las injusticias desde nuestros adentros, puesto que los grandes cambios en el mundo se generan en el interior de cada persona.
Por temas de salud, la hermana Rosario tuvo que abandonar el Perú y regresar a su casa en su natal España (Jaén). Muchos de nosotros (sus alumnos) no tuvimos información acerca de ella. Un día se fue – supimos que por asuntos de salud – pero luego, no supimos más. Sin embargo, la teníamos siempre presente.
A inicios del 2016 me decidí averiguar el qué habría sido de la hermana Rosario y desde Madrid comuniqué con la Casa Central de las Hermanas Misioneras del Divino Maestro. Les comento que soy de Perú y que una de las hermanas fue mi profesora, les di su nombre. Ellas me dieron un número de teléfono, hice un total de 05 llamadas y finalmente logré comunicar con la hermana, mi profesora. Ella ahora, con más encima, pero con la misma lucidez que la caracteriza se dedica al cuidado y protección de religiosas ya mayores.
Intercambiamos correos electrónicos y números de teléfono. De inmediato le he enviado una foto mía en caso no recuerde mi rostro – y es que han pasado tantos años – Le he prometido que la voy a visitar para abrazarla muy fuerte. Ella me dice que le avise con tiempo para que pueda estar libre. Le digo que no importa, que quiero llegar un día en que ella tenga mucho trabajo por hacer, así pueda darle una mano.
Es entonces hace unas semanas que me decidí ir a buscarla. Prepararé mi equipaje sin mucho detalle, abordé un bus de Valencia a Jaén a las 3 de la mañana. En el camino iba pensando en cómo sería nuestro encuentro.
Sin embargo, las palabras a veces no pueden representar lo que realmente el corazón, la mente y la ausencia de 13 años quieren decir. Pero ahí estábamos, la hermana Rosario, mi profesora cuando era adolescente. Ella, una mujer que dejó huella en cientos de jóvenes del Perú y Venezuela.
La abracé 2 veces. No paraba de emocionarme de haberla encontrado, de haber dado con ella y de recordar juntos que la educación es una obra de amor.