La candidata Keiko Fujimori viene recorriendo más de 6 mil kilómetros haciendo su denominada ruta del sur. El Cuzco, Puno, Arequipa (donde estuvo ayer) y en cada pueblo que encuentra baja de la camioneta en la que recorre esta ruta para conversar con los agricultores, los escucha brevemente y les promete tractores o hace un descanso a más de cuatro mil metros y dice que construirá una cárcel en estos lugares inhóspitos o, simplemente como copiloto, graba un mensaje a cada momento.
No sólo se pronuncia de la coyuntura nacional que le puede servir de insumo a los medios nacionales sino, y sobre todo, da la imagen de vitalidad irrebatible frente a su contrincante Pedro Pablo Kuczynski quien por obvias razones no recorre nada. Parece ser la confrontación de una candidata que está en permanente contacto con la calle o el pueblo y otro que prefiere la comodidad que amerita un octogenario.
Mientras eso sucede hay entretelones de denuncias de presunta corrupción y lavado de activos de la candidata a través del cuestionadísimo Joaquín Ramírez, quien es conocido no sólo por haber meteóricamente haber incrementado su patrimonio y de haberse convertido en un “cholo con dinero”, sino de haber seleccionado los congresistas “keikistas” que ahora han pasado a tener el control sobre los denominados albertistas. De ahí que la candidata lo siga defendiendo a pesar del descrédito que le podría generar. Aunque mientras escribo esto parece que da un paso al costado.
Sin embargo esto no parece hacer el contrapeso al valor que Keiko posee en la calle y que esperan sus contrincantes o PPkausas. El valor político que antaño poseía la plaza o tribuna llena ahora parece estar constituido por un acercamiento a través de las redes sociales en cada lugar y en cada momento. Al menos esto es lo que consume un público cada vez más digital.
Mientras por el otro lado se cuelga una fotografía o un banner con alguna propuesta, por el otro la imagen o el video hablan con más poder y fuerza que cualquier denuncia que emiten los medios tradicionales. Es una pena, pero eso parece suceder.
Además la vieja escuela y básica en política parece que sigue dando resultados. Pues mientras PPK reta a los debates técnicos o en lugares y actores académicos, Keiko Fujimori prefiere las zonas populares pobres donde está su mejor capital y el colchón que decide finalmente, donde realiza sus mítines masivos. Esa foto parece que es inobjetable y muy difícil de superar.
Si no sucede algo extraordinario sobre este panorama y, a pesar que aún falta algo de 20 días, será muy difícil el camino de PPK. No imposible, pero muy complicado pues tampoco hay una vocación política de ponerse al hombro una posición clara y de combate. Incluso da la impresión que PPK no quisiera ganar o que está siendo empujado contra su voluntad. Cómo si su misión ya estaría cumplida.