Finalmente, el gobernador Fernando Meléndez no pagó ni un centavo de la deuda que tenía con incontables trabajadores del Gorel. Había declarado que iba a pagar el miércoles 23 pero por una u otra razón no había dinero por caja y trató de salir del entripado invitando a su casa a esos trabajadores para que compartieran la cena navideña. Como es natural, muchos de ellos no quisieron asistir y en plena noche buena hicieron una manifestación de protesta. En medio de gritos, consignas y demás formas de descontento pasó el festejo. Desde el día siguiente, las víctimas volvieron a las andadas, buscando que les pagaran lo que les debían. Pero esa vez no hubo promesa para tal día. Era como si se hubiera acabado la capacidad de fomentar la ilusión de los demás.
Poco después, el gobernador salió sorpresivamente a declarar a ciertos medios que en realidad esa deuda no existía. Todo era una ficción porque cada trabajador, para entrar a laborar, tenía que aportar su cuota correspondiente a las filas del Mil. Esas cuotas eran compromisos que los contratados firmaban, eran por lo tanto obligatorias y servían para el buen funcionamiento del partido en el poder. Cada cuota equivalía a un sueldo mensual y como muchos tenían que pagar varias cuotas no quedaba nada que pagar a nadie. Eso era todo.
Hoy que ha pasado el tiempo todavía se recuerda la manera como el gobernador de Loreto incumplió un compromiso laboral. Todavía se recuerda la manera cómo protestaron los trabajadores impagos. Ante el caos el gobernador salió a decir que en verdad esos trabajadores debían al Gorel, ya que debían pagar para tener un puesto de trabajo. Nadie ni nadie pudo cambiar la decisión de Fernando Meléndez que así logró acumular dinero para el mantenimiento de su partido.