Escribe: Percy Vílchez Vela.
En el horizonte de estos días aparece la merma como una estación natural. La creciente de los ríos amazónicos no es eterna y este año ya se va. No se sabe ahora cuánto dinero han gastado en esta ocasión las autoridades encargadas de atender a las víctimas de la inundación. Pero si conocemos que es dinero arrojado al agua. El enorme gasto en construcción de puentes, el levantamiento de carpas o albergues, la entrega de alimentos y otros servicios, por otra parte, son deficientes. En todos estos meses las protestas o las denuncias de los albergados han copado los medios de comunicación como un reiterado sonsonete, un cansante estribillo.
El espectáculo de llantas incendiadas en la cuadra 23 de la avenida La Participación era una protesta singular. No se trataba de un reclamo por asuntos laborales o por alguna promesa incumplida de alguna autoridad. Era la protesta de parte de damnificados o albergados ante el auge de la creciente. El fuego provocado era para llamar la atención de la municipalidad de Belén para que les atienda, evitando la presencia de moscas. Según los manifestantes, los baños ecológicos eran los causantes de esa lamentable invasión de esas aladas y mortificantes criaturas. La autoridad edil había prometido realizar labores de limpieza en esos baños, pero hasta ese momento no lo había hecho. Durante meses esos albergados habían pedido que se les atendiera, pero nadie de la salubridad llegaba hasta ellos o ellas.
Las moscas, por lo tanto, siguieron perjudicándoles diariamente. La protesta de las llantas incendiadas fue el lunes 11 de mayo del presente año, cuando la creciente todavía estaba en todo su apogeo. Esa protesta era apenas un grito en el mar de los tantos reclamos que entonces estallaron este año. Es posible decir, sin exageraciones, que ningún día dejaron de aparecer esas protestas ante las alarmantes deficiencias de los llamados albergues temporales, esas supuestas defensas que las autoridades instalan para apoyar a los más perjudicados por la inundación.
Cuando uno conversa con cualquier albergado o damnificado, lo que más escucha son quejas, reclamos, protestas, sobre tantos inconvenientes que tiene que soportar por vivir temporalmente en esos lugares. La falta de atención en el campo de lo más elemental es lo que más resalta. Dentro de ese rubro figura el agua como la más notoria carencia diaria de los damnificados. Para evitar esa ausencia clamorosa muchos albergados se han visto precisados a usar agua de lluvia para cocinar y lavar.
Entre la abundancia de moscas y el uso del agua de lluvia vivieron algunos meses muchos damnificados. Nadie escuchó sus quejas y reclamos. Es como si a las autoridades les bastara con levantar esas carpas, construir esas casetas y apoyar en el traslado de las personas de sus lugares a esos albergues. Y luego el olvido o el abandono. En sus cronogramas de actividades diarias los damnificados de la inundación parecen no figurar. Y de vez en cuando aparecen con alguna donación que no deja de tener su publicidad contratada.
Los albergues temporales fracasaron porque surgieron gracias al impulso del azar, a la inspiración del momento. No eran productos de un plan de contingencia para atender a las víctimas de la creciente. La inundación existe desde siempre, pero hasta ahora nadie ha esbozado un plan mínimo que tenga presente en primer lugar la condición humana de los albergados. Y ello sorprende debido a que en ninguna parte parece existir la capacidad de anticiparse al desastre fluvial. Es como si las autoridades fueran generaciones de necios que no saben dónde están parados y nunca toman medidas pertinentes y concretas para enfrentarse a ese fenómeno natural.
El año que viene, 2016, la creciente volverá como siempre. Y estamos seguros de que otra vez aparecerá lo imprevisto, lo efímero, lo fugaz. Los albergues temporales volverán a funcionar con todas sus deficiencias y sus incomodidades. Las arcas de las autoridades volverán a arrojar el dinero a las aguas. Y es posible que las mismas moscas regresarán a la calle La Participación y que otra vez los afectados quemarán llantas a la intemperie, mientras en otra parte otras víctimas usarán agua de lluvia para su uso diario.