LA DERROTA DE LA PESTE
En cualquier contienda, aunque sea de cachito, de timba o de pelota, un tercer lugar no es nada malo. Ni bueno en realidad, pero es mejor ese sitio antes que ocupar la cola, la retaguardia, el último lugar, como nos ocurre en tantos rubros. Así que cuando leímos ayer que el inmortal Loreto, la región del Dios del amor, a la butifarra, la chuchutería y otros apetitos inconfesables, ocupaba un flamante tercer lugar, íbamos ya a reclamar los discursos, los festejos, los feriados larguísimos, pero hete aquí que al toque, en primera y como impulsados por una descarga eléctrica, cerramos el diario. Porque ese puesto de avanzaba era gracias al vicio de la carne, a la médula del gusto, al abuso del sexo que se traducía en infectados con la llamada peste rosa.
La ciudad oriental y calenturienta, sobre todo contra los chinos, no cambia. Hace más de un siglo un informe reveló que había una gran incidencia de enfermedades venéreas debido a los ardorosos impulsos de los habitantes, sobre todo fuera de casa. Es lamentable que otra vez estemos tan arriba en lo malo, tan bien ubicados en la vanguardia en lo peor. Pero así son las cosas y otras ciudades, con mucha mayor población que Iquitos, han logrado evitar que ese flagelo tenga tanto éxito. En estos lares es imposible acabar con la furia de esa peste que parece provocada para alterar la vida de los loretanos. La peste rosa se pasea como en su casa en esta región. Todavía no se encuentra un remedio, un brebaje, un jarabe con buen sabor, para acabar con el temible Sida.
No es posible escapar de ese mal con remedios caseros, con antalginas, con magnesias, pero si se puede evitar caer entre sus garras, sin gastar un solo cobre, sin matar a nadie. Es duro, es cruel, es brutal, recomendar a las gentes de estos pastos o pastizales que deben dejarse de cosas y comenzar a frecuentar esa conducta desconocida, denigrada y hasta ridiculizada: la monogamia. No es posible andar de farra entre faldas como si nada grave estuviera pasando, como si la muerte no asechara en cada supuesta conquista. Todo ello para salir de ese denigrante tercer lugar en algo tan horrendo.