La convocatoria fluvial
El recordado poeta Jorge Manrique, aquel de las dolidas coplas por la mancada paterna, el del mejor tiempo pasado según el parecer de cada nostálgico, escribió que nuestras vidas eran los ríos que iban a dar a la mar. Los del gobierno saliente debieron leer mal esos versos para pretender zamparse dos arterias fluviales amazónicas. En efecto, con el inoportuno y atroz César Zumaeta como servil pieza del centralismo, quisieron y quieren alterar el orden de la naturaleza en vez de sacar la sal del Pacífico o comprar agua de los camiones cisternas. Es que leyeron mal al poeta quien acaba el párrafo existencial y marítimo con una terrible frase: que es el morir.
El mar, el Pacífico y más el mar Muerto, es una metáfora del fin de cualquier criatura. Y el fin es lo que espera a todos aquellos que buscaron y buscan llevar estas aguas selváticas para sus molinos. Porque, desde varios lugares, desde el interior de distintos colectivos, desde la razón de individuos y grupos, ha surgido un rotundo no a esa amenaza. Es decir, como pocas veces antes, la oposición surgió sola, espontánea, libre, para defender nuestra cultura fluvial. Algo así como nuestra propia vida. Porque somos seres surgidos de las aguas y entre las aguas acabamos, sin mirar ningún mar como sugería el dolido Manrique.
La convocatoria fluvial gana cada días nuevos adeptos, otras voces. El consenso está allí, sin cabezas visibles, sin líderes, sin partidos, sin movimientos que lo acaparen para llevar también agua para sus trapiches. La cosa no es un río revuelto. Es una unidad de hecho. Es imposible entonces que perturben el paso incesante del Huallaga y el Marañón. Agua que no has de beber, déjala correr, deberían comenzar a repetir los energúmenos que siguen pensando que la maraña sigue siendo una saqueable despensa.
Ver comentario en » LEY CORINA SERA DEROGADA «, con una propuesta como alternativa
Los rios amazonicos son nuestras carreteras y es un atentado pretender hacer un trasvase.
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