Hay personas que se caen del caballo como San Pedro y ven la luz divina, así de un sopetón. Y desde ese momento por tierra, cielo y mar pregonan su dicha. Ese zurriagazo vital les ha hecho encontrar el camino y su verdad. Hay otros y otras que requieren un tiempo más largo y más golpes pero al final miran la luz al final del túnel y se santiguan. Aunque también hay otros que no cambian por nada en el mundo y por más golpes que le caen en el camino. Los dos primeros son los conversos que sostenían un dogma o verdad hoy, y mañana han cambiado, y mucho, de sus tesis iniciales. Y se vuelven los más feroces seguidores de la nueva verdad, nuestro Nobel de Literatura es un liberal converso, por ejemplo. Escuché cierta vez a un profesor decir que él era un converso del derecho romano, que inicialmente no lo valoró en su verdadera dimensión pero que luego se dio cuenta de la gran riqueza de este derecho que sigue muy vigente en la vida social. En ese camino puede estar Keiko Fujimori. Que ha cambiado su opinión, así de repente, como si de un zurriagazo en plena cara se tratara. ¿Es una conversa o simplemente una pose de cara a las elecciones? Así en una universidad norteamericana la candidata a la presidencia de la República de Perú señaló que estaba de acuerdo con las conclusiones y recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que inicialmente la negaba por activa y por pasiva (¿indultará a su padre sabiendo que cometió delitos de lesa humanidad?). Las vilipendiaba. Luego indicó, para asombro de muchos y muchas, su rechazo a las esterilizaciones forzadas, sin voluntad, de muchas mujeres que hasta ahora siguen peleando para buscar justicia terrenal (el médico que las autorizó sigue en su séquito de asesores). Además entre otras perlas dignas de una antología, siniestra claro está, de las conversiones. ¿Es legítima esta conversión de la candidata e hija del defenestrado expresidente Fujimori? Es una conversión muy calculada y de alto riesgo para su candidatura, recordemos que su padre se mimetizaba en cada ocasión (no dudo que el consejo de su rápida conversión se lo deba a él).  A mí me suena a esa vieja canción: “te conozco bacalao aunque vengas disfrao”.

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