Escribe: Percy Vílchez

El actual Congreso parece una sentina de errores, una central de metidas de pata. Es como si fuera una costumbre que albergue a personas muy propensas al equívoco, a la mala maniobra y hasta al delito. A los desbordes indecorosos ya mencionados se acaba de sumar una congresista que, como si nada, se mandó cambiar, abandonó su curul y se largó a vivir en otro país. Hace 4 meses que ocurrió su migración y desde la distancia, desde la ciudad de Nueva York, insiste en ser una parlamentaria a tiempo completo y a carta cabal. Es decir, no ha renunciado a los escaños.


La congresista de marras se llama Digna Calle y, como si nada, como si tal cosa, dejó de acudir al Congreso, lió sus bártulos y se marchó del país. No de vacaciones ni en busca de descanso para sus fatigas laborales. Se volvió una migrante debido a que tenía negocios que atender en la mencionada ciudad norteamericana. Lo que sorprende es que no comunicó a nadie su partida y siguió perteneciendo a los escaños. Desde la lejanía se convirtió en un ser virtual, en una apariencia informática. Desde esa posición absolutamente irregular, se sigue considerando una legitima parlamentaria. Pero está lejos de la patria, es un ser ausente y es una verdadera carga para el presupuesto.


Lo que sorprende de este nuevo entuerto congresal es que los parlamentarios se hacen los locos y no contemplan el bochornoso asunto de la ausencia de la congresista. Es como si ella estuviera en el país, asistiendo a las sesiones y votando en persona. Pero está lejos, pero ha abandonado los escaños y no tiene día o momento de regreso a la patria. Esta físicamente ausente, es una difusa sombra y no sabemos si sigue cobrando su jugoso sueldo mensual. Ella debería ser expectorada, sacada, desaforada y sometida a un juicio por su actitud irresponsable de dejar un cargo que por ley es irrenunciable. No puede burlarse de los escaños, de los votantes.


Ella tiene que responder por esa evidente burla a una función pública. Y de inmediato debe ser reemplazada por haber abandonado su curul, renunciado de hecho a su cargo. ¿Qúe corona se maneja la tal Digna Calle para largarse con su música a otra parte, dejando a un lado su curul? ¿Qué broma de mal gusto es esa jugarreta de abandonar una responsabilidad ante los demás y marcharse como si se tratara de un simple y banal juego? ¿Por qué razón sus colegas de ambos sexos se callan en todos los idiomas y nada dicen sobre ese abandono vergonzante?


En todo este entripado desagradable quien más nos sorprende es el inefable José Williams. El contradictorio presidente del Congreso no dice está boca es mía, se calla siempre y nadie sabe si esta de acuerdo con esa fuga y en desacuerdo con la ausencia de Digna Calle. No sabemos si vota en contra de la inesperada huida de esa dama y a favor de su eventual regreso a los curules. Sería conveniente y necesario que el referido emita un comunicado donde haga conocer su posición ante semejante hecho.