En ruidosa ceremonia fueron concesionados oficialmente los 10 módulos escolares que inicialmente iban a servir a los estudiantes del colegio Mariano Melgar. Los que adquirieron dichas casetas pertenecen al gremio de ciudadanos que tienen la costumbre de buscar refugio y escondite luego de cometer sus fechorías y de personas que gustan de consumir licor y drogas. Ellos, como buenos emprendedores, se asociaron en un consorcio de última hora para adquirir esos módulos que les caían de las mil maravillas. En las noches solitarias solían ocupar esos ambientes construidos por el gobierno regional para atender a los estudiantes, pero que a la hora de la verdad no les servían ni para taco de escopeta.
Después de las protestas de algunos padres de familia, los funcionarios del gobierno regional con el gobernador Fernando Meléndez a la cabeza buscaron la manera de sacar la pata del asunto. Luego de algunas debates sobre el particular, donde se descartó propuestas descabelladas, como aquello de que esos sitios podían servir para vender cigarros y caramelos, se decidió entregar esos módulos a las gentes de mal vivir que se habían apoderado de hecho de esos lugares. Era después de todo de un simple trámite y fue así como se dio solución al inconveniente. Los módulos pasaron a buenas manos y durante un tiempo el gobierno regional tuvo que soportar las protestas de profesores y alumnos del colegio mencionado. La mejor manera de detener el encono fue la promesa de la construcción de nuevos módulos.
El tiempo ha pasado desde ese momento y los antiguos módulos desaparecieron sorpresivamente. Sucedió que los beneficiados, en noches en que carecían de dinero para adquirir sus vicios, decidieron vender por partes y cucharadas esas construcciones. Ello motivo que el gobierno regional les hiciera un juicio por disponer de cosas ajenas. No les habían regalado los módulos sino que les habían entregado en concesión.