En medio de un escándalo inusitado, se han cerrado con candados los cementerios de la región Loreto, se han puesto cuadrillas de vigilantes armados en tantas tumbas. Todo ello no para proteger a los difuntos de algún avezado asaltante, sino para evitar que algunos muertos salgan de sus sepulturas a cobrar jugosos sueldos. Las medidas son las más extremas para combatir esa fiebre que en realidad no tiene relación con el más allá sino con el más acá de unos cuantos pillos que se aprovechan del descanso eterno para cometer sus fechorías.
De un tiempo a esta parte, luego de que se detectó a un muerto cobrando en la oficina del rubro turístico, comenzaron a aparecer por todas partes más difuntos con sus recibos y facturas, cobrando a manos llenas en varias oficinas oficiales. No importaba que los señores muertos tuvieran bastante tiempo enterrados, pues aparecían de improviso para recibir sus pagas. En caso de que no les quisieran pagar, sacaban documentos y pruebas de que tenían toda la razón del mundo, de este y del otro. Era una especie de invasión sepulcral y se tuvo que solicitar los servicios de varios curas para bañar con agua bendita las tumbas y para rezar a las almas de los que apenas se adelantaron en el viaje definitivo.
Toda la región tiembla ante la posibilidad cierta de que todos los muertos salgan de sus tumbas a cobrar lo que han dejado de percibir después de estirar la pata. Ello sería el inicio de una crisis insalvable que se sumaría a la quiebra del canon petrolero. Por ello el gobierno regional, los municipios provinciales y distritales, vienen tomando las medidas del caso que consiste en evitar la salida de los muertos. Es de esperar que los candados y los custodios cumplan con sus cometidos y así se evite la última plaga de los cobros indebidos de parte de personas que pertenecen al otro mundo.