La carta fatal

La carta fatal  

La carta notarial que arribó anoche al programa televisivo de  Pro &  Contra, enviada por la señora Adela Jiménez, es digna de un tratado sobre formas de mordaza, censura o intimidación. Cualquiera que sea la causa que hizo redactar y enviar el documento, es  un exceso de control de la prensa en base a supuestos, a lo que podría ocurrir. Es un abuso de la defensa personal que imagina el infierno que se viene y que ataca antes de todo, antes de conocer la información. Es decir, supone que cualquier maldad o manipulación posterior será utilizada como verdad incontrovertible, como arma de los enemigos políticos, como caldo de agresión a la persona victimizada. Conducta que no ejerce ese diario desde el día de su aparición hasta el sol de hoy.

Es nuestro parecer que la señora Jiménez, en el legítimo derecho de su nombre y su reputación, se ha excedido. Por lo menos. Más sensato hubiera sido que esperara la noticia, pues en este medio no somos tarados para no darnos cuenta de las verdaderas intenciones de un hackeador subterráneo. ¿Qué temía la respetable regidora? ¿Qué poder puede tener un individuo que se mete en correos ajenos para inventar hechos, para fomentar sucesos, para mentir con impunidad? Creemos que ninguno. Además, quien no debe no teme. O al revés.

La carta notarial –que también fue enviada a la colega Hercilia del Aguila, conductora del noticiero de radio “La exitosa”- de anoche parece el remedo de una fiscalía arbitraria, de un censor de oficio con beneficio, que desde sus alturas pretende decir lo que debe salir en un diario y lo que tiene que callar. Y así no vamos a ninguna parte. O corremos hacia la represión desde el poder. El documento es de todas maneras una carta fatal que olvidó que lo que haga o deje de hacer la respetable regidora es de interés público. Es decir, de cada uno de nosotros (as).