El candidato Donald Trump fue retirado de la contienda electoral de los Estados Unidos de norteamérica. Resulta que un acucioso periodista descubrió que el tipo se las traía. En sus empresas tenía un régimen fascista y tenebroso. Los trabajadores que dependían de él, los que se rompían los lomos para que el aumentara su capital, no podían ni orinar ni defecar libremente. Es decir, tenían que pedir permiso, para recibir pañales momentáneos para hacer sus necesidades. En caso de que cualquier persona orinara y cagara por voluntad propia en un inodoro era separado de su trabajo. O sea se convertía en un desocupado. Así nomás, sin que mediara la cuestión de las necesidades físicas y primarias del cuerpo humano.
El terrible Donald Trump salió a negar la acusación y luego, imprevistamente, se desnudó ante miles de espectadores de un programa televisivo y se orinó, defecó en público, gritando que él no era un pervertido. En medio de su meada y su vaceada de vientre juró por el alma de su santa madre que era un perseguido político. Pero no es ningún acosado por nadie. Es simplementa la expresión más acabada del sistema capitalista de la ganancia de los que más tienen, del espíritu norteamericano. Después de orinar y cagar como una condesa, Donald Trump despidió a varios peones por haber filtrado información a la prensa. La prensa, por su parte, no ha dejado de sacar a luz otras hazañas de Trump.
El señor Donald Trump no se resignó a dejar la vida política. Decidió participar en las elecciones de un remoto país que se nombra como Perú, con P de patria. Allí, dentro de meses, participará en las elecciones presidenciales en alianza con Kenyi Fujimori Higuchi. Se espera que ambos con el tiempo se conviertan en verdaderos motores del desarrollo de ellos mismos. Mientras tanto, los partidarios de Keiko Sofía le han declarado la guerra abierta a ambos candidatos. Es de suponer que en esta oportunidad no aparecerá en el escenario el siempre impresentable Alberto Fujimori.