La Cacosmia y los dueños de medios
Desde hace unos días los grupos editoriales más grandes del país se han enfrascado en una acusación de querer apoderarse y aventajarse uno al otro. A raíz de haber adquirido Epensa tanto el grupo El Comercio como La República ligeramente están ingresando en una guerra periodística que ha empezado buscando aliados legales o líderes para que se pronuncien a favor de uno y otro.
En el futuro esto va terminar como normalmente acaban estas “peleítas”: un acuerdo comercial que deje zanjado lo que podríamos llamar un ligero “impase” , más económico que periodístico, aunque sus colaboradores que escriben las acusaciones respetablemente lleven bien puesta la camiseta de periodistas. En algunos meses más se va ver un desenlace similar por el caso Panamericana lo que va trasladar lo mismo de la prensa escrita a la televisión.
Lo que nadie cuestiona es la calidad de sus colaboradores y el contenido de sus publicaciones. Una realidad que va en desmedro de los que intentan buscar pluralidad de todo tipo y no sólo una competencia de contenido farandulero más que todo en la Tv. Es ahí donde se están haciendo los mayores esfuerzos, pues se despliega material logístico, humano y miles para ventilar a los saca-vuelteros o con el pretexto de los realitys exponer cualquier estupidez.
Este fenómeno que en provincia tiene sus propias características y excentricidades es lo que M.A. Denegri denota como la cacosmia en la televisión y como lamentablemente será muy difícil salir de ella porque incluso nos exponemos a un reclamo generalizado de los estúpidos que pensarán que al censurarla, controlarla, auditarla o al menos observarla, estarán pensando que se atenta contra su más pura libertad. Como si le estuvieran quitando su derecho a nacer, a transitar o a decidir cuándo y cómo casarse.
Marco A. Denegri ejemplifica esto contando que en el siglo XVI en España era tal el enmierdamiento de las calles que la gente se había acostumbrado a oler ese hedor y que hasta se regalaba esta hediondez en agradecimiento al pueblo por parte de los nobles. En Europa, hace pocos siglos y debido al crecimiento de la población y lo precario de los servicios esta realidad se consideraba como normal, incluso, en Alemania y ya en 1870 pululaba entre la gente esta pestilencia en las calles. A tal punto que cuando empezó a ser retirada la población protestaba airadamente porque se había acostumbrado a oler lo que se denominaba una “borracha de ámbar”.
La razón – detalla – es la perversión de la gente a la cacosmia, que no es otra cosa que la transformación del sentido olfato pareciendo delicioso lo asqueroso (http://xurl.es/h9cup). Algo muy similar sucede lamentablemente con sectores importantes que nacieron creyendo que estas expresiones y deformaciones son entretenidas y regularlas sería atentatorio. Sólo cuando hay intereses de por medio, más aún de los propietarios como son sus competencias por acrecentar su capital, intentan que la discusión debe ser constitucional o alertada por la gente por una presumible imposición del uno por el otro como sucede en esta discusión que vemos en el lado escrito.
En provincia la cosa no es peor sólo más folklórica si se enfoca desde otro ángulo igual de frustrante. Por ejemplo en Iquitos un propietario arremete contra los periodistas por tratar de imponer sus puntos de vista que en realidad son intereses comerciales. En este tipo de medios como sucede en casi todas las regiones sus espacios se concesionan al mejor postor y no se hace nada por velar el contenido la veracidad o cierta credibilidad en el concesionario. De esa manera la cacosmia se reproduce a veces disfrazada de entretenimiento donde menores y personas frágiles en su construcción mental asumen como ciertas o principistas las posiciones antojadizas e interesadas de los locutores de turno.
Salir de esta realidad, como decía Denegri, es realmente difícil sino imposible porque además se agrega un elemento a esta realidad que es la adicción. Así como el cuerpo se vuelve dependiente de una determinada droga, la basura o cacosmia televisiva produce este efecto y salir de ella no depende solamente de cortar violentamente con la causa, más aún considerando que la adicción requiere de mayores dosis cada vez.
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