La generosa promesa de donación del burgomaestre Francisco Sanjurjo para que no ocurrieran desmanes durante las fiestas carnavaleras, provocó un verdadero escándalo en el aparentemente divertido Iquitos. El citado alcalde en una de sus intervenciones publicitadas a todo papel y volumen prometió donar, desde su bolsillo y propio peculio, varios miles de preservativos para que el desmadre de febrero no desencadenara en infecciones de toda índole. De inmediato se levantaron voces que se oponían a ese tipo de regalo, considerando que esa celebración nada tenía que ver con los bajos instintos sino con manifestaciones culturales del pasado y del presente. Las autoridades deberían invertir en ese rubro y no propiciar bacanales de la carne y el hueso. Luego apareció un colectivo anti preservativo que mediante declaraciones a la prensa, marchas de protesta y mitines públicos, se oponía a la simpleza de camuflar las cosas detrás de un objeto inseguro.
Porque la cuestión sexual, materia donde tantos demostraban su retraso y su subdesarrollo, debería ser cuestión de una agresiva pedagogía mediante charlas, conferencias y demás actos ajenos a la opción fácil de regalar preservativos. Fue así como la ciudad entera terminó considerando al alcalde de San Juan como un ciudadano bastante superficial que quería pasar por agua ligera un hecho tan serio. El señor Sanjurjo no dio su brazo a torcer y ofreció millones de condones para celebrar sin miedo esa fecha y las otras fechas del relajado calendario oficial, incluyendo los feriados largos y los rojos inventados a última hora.
La tensión entre ambos bandos iba a llegar al río, pero por fortuna intervino el locuaz ministro del interior, Daniel Urresti quien personalmente comandó una batida contra los lugares donde se expendían los preservativos. Solo así pudo terminar esa batalla que dejó la fiesta del carnaval del ya pasado y olvidado 2015.