“El pordiosero de la fortuna” en Manaus:
Percy Vílchez Vela
La esforzada y brillante iniciativa de Jaime Vásquez Valcárcel llevó a Tierra Nueva a Manaus, la capital del frondoso continente verde. En los laberintos de esa urbe, donde la comida se vende por kilos, y con la cooperación del CAAAP y otras entidades, fue presentado mi último libro: “Julio C. Arana: El pordiosero de la fortuna”. No es vanidad decir que en la ceremonia estuvo lo más graneado de los representantes máximos de dicha ciudad donde la artesanía no supera a la labor de las manos de padres y madres de la Amazonía de los peruleros. En dicho evento el autor de la presente crónica, debido al escaso tiempo concedido, sintetizó el escrito que había preparado antes de viajar a ese lugar de donde partían los oriundos que tenían la virtud de navegar rapados al coco, peluqueados al máximo, para así evitar que piratas o castellanos o peruanos, les jalen de los cabellos. El texto leído es el siguiente:
El barbón y frondoso Carlos Marx, que en su juventud dirigió una liga de tabernas en Treveris, hizo la más perfecta biografia del horror humano al describir, con lujo de detalles, todos los mecanismos de la explotación universal, donde destaca la maldad para conseguir un bien, cualquiera que este sea. “El Capital” tiene que ser leído de nuevo para que los ciudadanos de hoy y de ambos sexos entiendan tantas miserias de sus propios estados o naciones. Es arduo coronar a algún asesino con la medalla de honor. El temible y necio Adolfo Hitler podría ser el campeón de esa nada, salvo que en Europa aparezca otro engendro que supere la barbarie de los nazis.
Nosotros, los amazónicos, no somos tan santos como suponemos, pues en nuestra historia contamos con verdaderas alhajas del crimen como el castellano que se especializó en asesinar a los Mayna, el siniestro Gonzalo Pizarro, los caucheros colombianos, bolivianos, brasileros y de otras nacionalidades como el peruano Julio César Arana, cuyo capítulo de la ruina toca el libro citado. Esa caída, para nosotros, comienza cuando fue juzgado en el parlamento inglés y acaba cuando dejó de ser senador por Loreto. El abismo estaba entre los escaños de Inglaterra y Perú.
Considerando lo anterior, Arana es un monstruo pequeño, tropical, vernacular. Más grave nos parece que el sumo pontífice, Guiliano de la Rovere hubiera abierto su propio burdel para soplarse 144 mil ducados al año, beneficiandose de la barbarie del Estado y la Iglesia santa que en la Edad Media gozó de las ganancias de los meretricios por más de 300 años. En la historia humana hay cosas peores que ese asco, pero nos extenderíamos innecesariamente para evaluar a un peruano nada ejemplar. Lo que cuenta es que Arana no salió de la nada, ni era un solitario llanero en la llanura. Era hijo de una tradición deleznable.
En “La guerra del fin del mundo”, el doctor Mario Vargas Llosa notició a sus lectores sobre una rebelión popular contra los que disfrutaban explotando los bienes ajenos. Era el resultado de la gesta bandeirante donde la vida ajena no valía nada. El cauchero peruano nunca se interesó por protestas o rebeliones que ocurrían en sus mismos fundos del horror, pues estaba muy ocupado haciendo dinero para largarse a vivir en Europa. No podía detenerse un instante para hacer caso de las denuncias en su contra, porque pensaba que con dinero se compraba todo. El poderoso caballero falló cuando apareció un periodista, Benjamín Saldaña Roca.
En algunas conversaciones sobre Arana este autor respondió que lo peor del citado no fue su ruina material, la pérdida de sus bienes, sino su deterioro moral, su lepra ética. Como todos los sinvergüenzas de la historia humana renegó del otro, anduvo con el diablo y sus cuernos míticos y fue capaz de hacer cualquier cosa para silenciar u ocultar la pesadilla que desató entre tantos seres humanos. Todo para apoderarse de un bien que beneficiaba a tantos. El pordiosero de la fortuna, Arana mismo, desde su modesta tumba, nos dice que no vale la pena el vecino, el prójimo, que es mejor envilecerse en nombre de un supuesto progreso. Fracasó por eso, porque se creyó superior a los otros, como los nazis que inventaron hace más de un siglo el caucho sintético.
pero en tu libro solo existen maximo 5 paginas dedicadas a Arana. Te pareces a él, solo que la sangre es color de tinta. Usas el tema del caucho y Arana, pero tu libro es una oda al plagio, a la informacion histórica sin sustento , mejor lo hubiera escrito Larraburre Correa.
Debes agradecer a jaime, es el unico que se atreve a editar textos mal escritos y presentarte en sociedad.
pero bueno , el que puede , puede
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