Apenas dice nada. Ríe, hace bromas y sobre todo no lo niega. La actriz y directora porno Stormy Daniels se ha convertido en una creciente amenaza para Donald Trump. La mujer, de 38 años, ha desfilado en las últimas semanas por las televisiones sin confirmar ni desmentir la bomba que soltó hace siete años: que en julio de 2006 mantuvo un encuentro sexual con el ahora presidente de Estados Unidos. El entorno de Trump lo niega. En ese momento, el multimillonario neoyorquino llevaba un año casado con su esposa Melania y acababa de nacer su hijo Barron.
Daniels contó por primera vez su historia a la página web de celebridades The Dirty en 2011 pero a los pocos días la publicación la retiró tras ser amenazada con una demanda. Su versión no volvió a aflorar, en una pequeña web, hasta poco antes de las elecciones presidenciales de 2016 que llevaron al republicano a la Casa Blanca. Y esta semana el culebrón ha adquirido su mayor peligrosidad. Michael Cohen, abogado desde hace tiempo de Trump, reconoció el martes el pago en octubre de 2016, un mes antes de los comicios, de 130.000 dólares a la actriz, cuyo nombre real es Stephanie Clifford.
Cohen sostiene que el dinero salió de su bolsillo y que el conglomerado empresarial ni la campaña de Trump participaron en la transacción. Es un intento de desvincular al republicano y negar que se incumplieran las leyes electorales, como alega una denuncia de una organización progresista. Lo que no contó el letrado es lo más importante: los motivos. El pasado enero el diario The Wall Street Journal reveló el pago e informó de que se trataba de un acuerdo económico para evitar que Daniels revelara en público su presunta aventura sexual con Trump.