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En uno de los pasillos del hoy declarado “Museo Cementerio Presbítero Maestro” descansan los restos de Don Ramón Castilla, quien el 03 de diciembre de 1854 firmó un decreto con el objetivo de abolir la esclavitud.
Ciento sesenta y tres años después, y a solo 4 años de celebrar los 200 años de independencia de la Corona Española, la esclavitud en nuestro país aún sigue presente y la estamos viendo en el recuerdo de dos jóvenes que murieron carbonizados en el incendio ocurrido en el Centro de Lima.
Ambos jóvenes responden al nombre de Jorge Luis Huamán Villalobos (19) y Jovi Herrera Alania (21). Trabajan dentro de un contenedor, encerrados con gruesos candados y cadenas metálicas, sin acceso a servicios higiénicos y con aire limitado, ganando mucho menos de lo merecido aun cuando superaban la jornada laboral de 8 horas al día.
Ellos, Jorge y Jovi, fueron contratados para borrar las marcas de fluorescentes traídos desde China y reemplazarlos por la impresión de una marca que, en el mercado, cuesta más. Incluso para el jefe de estos jóvenes “más que la propia vida”.
El día del incendio la temperatura llegó a los más de 2,000 grados centígrados. Los jóvenes desde las ventanas de los contenedores clamaban por ayuda, pedían auxilio. La gente desde las afueras no sabía qué hacer. Por su parte los bomberos hacían todo lo que podían, pero todo esfuerzo no sirvió para rescatar con vida con vida a Jorge y Jovi.
Jonny Coico Sirlopu (35) responsable de la muerte de estos jóvenes aún no se aproxima a declarar. Para él, este artículo no tiene adjetivos. No se sabe cómo definirlo. Sabemos que cualquier adjetivo no es suficiente para aquel que en pleno siglo 21 no reconoce el valor de la vida y que el dinero, es más importante que ella.
Los huesos y cenizas de estos jóvenes han sido trasladados a Independencia, en donde familiares y vecinos les rinden homenaje, a un costado del velatorio se encuentran los guantes de box de Jorge, quien era amante del boxeo y de quien, junto a su compañero, sabemos lucharon hasta el último minuto para defender y salvar sus vidas.
Sin embargo, ambos jóvenes ya no estarán. Tampoco sus ilusiones, sus proyectos y aspiraciones. Ellos se han ido, dos peruanos menos restan en el total de peruanos que conocen el trabajo como único medio para salir adelante. En su lugar, quedan aquellos a quienes poco o nada les importa la vida, sino solo el dinero y lucrar a costa de los inocentes.