F es fanática de las series policiales y suelo seguirla. Hemos disfrutado de muchas de ellas en largas sesiones. Nos encamotamos y seguimos hasta el final. También me ayudan para despejarme y a descubrir nuevos relatos. Hace poco me recomendó a Raymond Chandler, libro que está en la mesita de noche entre los pendientes. F leía con mucha pasión la gruesa novela que lo terminó muy rápido, en pocos días. Así buscando series policiales por la tele nos hemos topado con Bosch que es un detective de Los Ángeles, casi siempre en el límite de la ley y de pocas palabras. No tiene dobleces. Los jefes no saben cómo ponerlo a raya porque va un poco a su bola. Ha sido excombatiente en las nuevas guerras y enemigos de Estados Unidos, sabe que es lidiar con el peligro y con la muerte. No tiene una obsesión sumisa a la jerarquía, en verdad, es un poco alérgico a los mandos. Cuando tiene que plantarle cara al jefe lo hace y lo dice, no lo esconde. Y se puede confiar en él. Tiene un pasado como todos los seres humanos, fue un niño criado en albergues para menores. Su madre que era prostituta fue asesinada y arrojada un anónimo cubo de basura. La policía de entonces hizo poco por resolver el caso que con el tiempo se ha convertido en una asignatura pendiente para él. No ceja en averiguar el caso. Es divorciado y tiene una hija que es el resorte emocional al frío y calculador detective de pocas palabras. El no muestra sus emociones, una de las pocas personas con quien se abre es con Madd, la hija. Las historias recrean el mundo de la delincuencia y de la corrupción política, tiene gramos de novela negra- es decir, de denuncia de la situación social. Lo que me hizo prendarme de la serie es el fondo musical, es jazz. Desde la presentación y a cada una de las escenas. Las viñetas de jazz es un gran aliado a un detective que guarda sus emociones. El jazz o el soul abren esas compuertas emocionales tan selladas por el protagonista. Si pueden escuchen: Caught A Ghost – Can’t Let Go la trompeta o el saxo de fondo les llegará hasta el alma.