ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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Un momento de reflexión en la vida diaria. ¿Es el más vil de los oficios? ¿Es la más noble de las profesiones? Según se ejerza, dirán.
Los cronistas de mi época o, también es justo decir, los que han abrazado el oficio después de haber descubierto a Kapuscinski -o Kapu, entre los atrevidos- no creen aquello que se atribuye al reportero polaco: “para escribir una página es necesario leer cien”. Pero lo que sí está escrito en varios libros y reproducidos en muchos es esto: “Si quieres que te respeten y te admiren, lee”.
En los últimos días he recorrido -en este “caminos de la vida- varias ciudades de la mano del reportero polaco. Con sus textos y con aquellos que lo reseñaron. Por eso quiero compartir frases sueltas pero no por ellas alejadas de la reflexión.
“En 1944 me convertí en monaguillo. Mi cura era el
capellán de un hospital de campaña”.
“A veces no había sopa suficiente para todos y entonces mamá decía que no tenía
hambre”.
“Un chico entre los siete y los trece años, o sea, en la etapa de crecimiento en que se forma la visión del mundo y del hombre, la guerra -como para todos los demás supervivientes- había sido una experiencia decisiva”.
“Jamás de los jamases se debe abandonar una pasión, por más que nos la intenten quitar de la cabeza”
Los textos de Kapu son de necesaria consulta. Por eso varios colegas han emprendido proyectos bibliográficos con la única finalidad de perpetuar las frases del polaco. En 644 páginas, por ejemplo, quien ganó el Premio Beata Pawlack
Ya después de su muerte, Artur Domostawski, escribió sobre Kapu: “Cuando hablaba de su propia vida, ¿”escribía” un libro más? El Ryszard Kapuscinski protagonista de los libros de Ryszard Kapuscinski (pues él mismo es protagonista de casi todos sus libros) ¿es un personaje real? ¿En qué medida lo es también literario? ¿Creó Kapuscinski su propia leyenda? ¿De qué manera? ¿Con qué fin?”.
Como se verá, el periodismo también puede hacer del periodista un ser inmortal. No logrando esa inmortalidad del alma, de hecho, sino que provoca aún después de la muerte del que ha ejercido el oficio una constante consulta a sus libros que son su propia vida.
Me ha tocado recorrer Iquitos por estos días con Róger Rumrrill que, aparte de todos los oficios que ha ejercido desde muy joven, se puede decir que es un reportero. Libreta en mano, sacando el lapicero en el momento menos pensado, se pone a apuntar las cifras que escucha, las palabras que otros pronuncian. Anda con un morral a manera de mochila que, según García Márquez -otro reportero de los grandes- todos los militares deberían tenerlo lleno de libros. Porque todas las palabras -la materia prima al fin de los periodistas- serán necesarias en algún momento. En este recorrido he confirmado la grandeza da Kapu y la grandeza de la profesión. Ser periodista es ser reportero. Todo hay que apuntar, aunque en estos tiempos, todo hay que grabar, aunque a algunos no les guste esa técnica.