Escribe Héctor Tintaya Feria
No hay mejor oportunidad que un encuentro literario – periodístico para ver a los amigos. Rajar, pronosticar, ponernos al día y disfrutar de las exposiciones y puntos de vista de la talla de Jon Lee Anderson, Julio Villanueva, Leila Guerrero, Fernando Savater y 80 más de ese porte. El Hay Festival realizado en Arequipa por primera vez fue la ocasión para aprender una vez más de esa admiración que Jaime Vásquez Valcárcel expresa cada vez que estos encuentros reafirman que la vida pasa necesariamente por escuchar a los mejores.
En estas ocasiones suponemos más o menos qué es lo que se va decir, pero escucharlo en tercera persona es reafirmar lo que pensamos de la vida, la vocación y el oficio. No puede existir algo más excitante que ir desencadenando mentalmente el tramado de pensamientos, experiencias y anécdotas de las decenas de personalidades que se presentaron en un circuito intelectual que esperemos haya llegado para quedarse.
Y Jaime Vásquez es uno de esos periodistas de raza que aprecia como un niño inquieto todos y cada uno de estos personajes. Se acerca a ellos como viejos amigos suponiendo que, por protocolo o porque realmente lo reconocen como cercano, tienen que contestar. Invitando con temor para que alguno de ellos asista a Iquitos y alguien o muchos en la isla puedan apreciar en número y en calidad lo que ellos pueden decir. Esa forma de querer a su tierra tantas veces ha sido retribuida con indiferencia, pero insiste porque sabe que en algún momento un trozo del legado cultural le tiene que corresponder.
Además, interactuar con Jaime Vásquez en este y otros temas es como parodiar la vida misma o mejor, burlarse de todos y de todo por el simple hecho de existir. Es un humor permanente, esa caracteriza que me conecta casi de inmediato y me hace recordar que el trópico vive tan dentro de mí que sólo basta esa chispa aguda que posee él para secundar su conversación. Todo en el marco de calcular cuáles son los pormenores o los extravíos terrenales de esa gente que, vistos desde sus libros, parecen magos e intocables, pero que a unos metros o tragos cerca parecen muy reales y simples.
Hay Festival puede ser una buena oportunidad para posicionar a la ciudad, darle una mirada cultural literaria que esté por encima incluso que la capital, es cierto, pero también es esa oportunidad para ver a los amigos como disfrutan de los encantos que trae la literatura y el periodismo y olvidarse por momentos de ese espiral que trata de convencernos sin querer y sin poder aun felizmente, que la vida también está hecha de horarios, trabajos, metas y dinero.