Por Filiberto Cueva
Un niño junto a su abuela caminan a paso ligero. Por supuesto el niño lleva ventaja y va un poco más rápido. Él y su abuela caminan haciendo planes para el dÃa de su primera comunión. Pero la abuela, que no escucha del todo bien, a veces tiene repreguntarle cosas al niño, como ¿Qué dices hijo mÃo? El niño se enfada un poco y se aburre de tener que repetir lo mismo más de una vez.
Es entonces que su abuela nota que el niño no está a gusto. Que aunque le tiene afecto, comunicarse con ella, le representa un problema. Por lo que la abuela exclama “tú ya estás confesado y listo para la primera comunicaciónâ€. El niño, medio saltando y contento afirma reafirma lo que la abuela dice.
En respuesta – con rostro cómplice – y tiernamente malévolo la abuela le dice a su nieto, pues como que no te portes bien voy corriendo donde el cura y le digo que no eres bueno. El niño rápidamente detiene el paso, empieza a caminar lento y con rostro desencajado le dice a su abuela ¿si no me porto bien no haré la primera comunicación?
La abuela, que parece empezar a lograr su cometido, le dice que sÃ. El niño, que no parece ser ningún tonto, empieza a ser un poco más dulce con a abuela. Haciendo pausas mientras habla, esforzándose más para que ambos puedan comunicarse. Se nota el esfuerzo.
Sin embargo, la primera comunicación será el próximo fin de semana en la iglesia del barrio. Con lo cual, si el niño ha optado una buena actitud con su abuela para que esta no vaya donde el cura, el comportamiento de bondad y amabilidad va a durar muy poco.
Pero si el niño hace todo lo contrario y decide ser siempre amable. La abuela habrÃa ganado por partida doble, y lo que empezó como una simple amenaza terminarÃa siendo un cambio de actitud en el pequeño.
Aunque por supuesto el niño también podrÃa ir donde el curo y denunciar ante él que recibió una amenaza por parte de su abuela. Pero han de pasar muchos años aún, para que el chico descubra que la estrategia de su abuela, no fue más que una travesura para que él la escuche y le tenga paciencia.
Durante los próximos dÃas, más niños caminarán por el barrio de la mano de sus abuelas. Cuántas de ellas harán esas –graciosas amenazas – y cuántos de ellos se las creerán. Cuantos curas se reirán si se enterarán de estos anecdóticos sucesos.
En lo personal. Espero que el niño al que me refiero en esta historia, no se deje persuadir por las amenazas de su abuela. Que simplemente la abrace tan fuerte como sea posible y vayan juntos a la iglesia el dÃa de la primera comunión. Seguro me los cruzaré nuevamente por el barrio.