Desde hace muchos años, 20 para ser exacta, viajo en promedio una vez al año a Iquitos. Siempre he tenido la sensación de que esta ciudad estaba detenida en el tiempo y esto me hacía sentir que solo ayer había estado por acá. Sin embargo desde hace algunos años, tengo la sensación de que Iquitos no está más detenida en el tiempo, sino que ha entrado en una espiral decadente donde la suciedad, el caos, el desorden y la pestilencia imperan.
Sería mezquino afirmar que todo es culpa de las autoridades. Desgraciadamente el habitante promedio de la ciudad no siente interés alguno por cuidar lo suyo, probablemente porque no lo siente suyo o porque simplemente le parece normal ensuciar, malograr y orinar en sitios públicos.
Esta última vez encontré en el boulevard del Malecón Maldonado, a un antiguo conocido, peruano quien vive hace muchos años en Alemania. Al igual que su compañero, me atacaron de preguntas y me increparon la situación de la ciudad, como si yo tuviese algún tipo de responsabilidad, será porque saben que soy semi loretana y no tenían a quién más reclamar la decepción que sentían al ver todo tan feo y sucio luego de tan largo viaje. Sentí vergüenza ajena.
Ahora, el hecho de que sea la propia autoridad municipal quien propicie el caos y agudice la crisis, o sea, no solo no haga nada sino que empeore la situación, es lamentable y escandaloso por decir lo menos. En el colmo de la negligencia, el Municipio ha reubicado a artesanos ambulantes de la recientemente incendiada calle Nauta, quienes por supuesto tienen derecho a trabajar pero donde el ordenamiento territorial mande, nada menos que en plena zona Monumental, a pocos metros del Hotel Palace, monumento emblemático y joya arquitectónica de la ciudad que hace poco ha sido elegida para ser acuñada en la moneda de un sol como parte de la Serie Numismática Riqueza y Orgullo del Perú del BCR.
Es decir, si un turista viene ahora a Iquitos animado por la curiosidad y el deseo de conocer la hermosa edificación estampada en la moneda de colección, no puede sacar una foto completa de dicha obra maestra de la arquitectura sin tener delante la hilera de puestos prefabricados, a no ser que el referido turista cuente con un lente ojo de pez o recurra a media hora de photoshop para borrar esa aberración de su imagen del recuerdo.
Además, la solución que plantea la arquitecta alcaldesa encierra otra problemática: en seis meses cuando la vaciante lo permita, dichos puestos serían re-reubicados ahí nomás, a la ribera del río, para lo cual el Municipio generosamente agrandaría el artesanal que ya existe y que constituye un atentado ecológico contra la ciudad pues como cualquier persona puede comprobar con solo darse una vuelta, debajo de las malocas es el reino de las bolsas y los barros malolientes.
Nuestra querida ciudad está en picada y las autoridades no solo no hacen nada, sino que son los primeros promotores de la decadencia. A este paso, pronto pero muy pronto Iquitos será conocida como la ciudad de la mugre, del caos y la cochinada y no habrá moneda de colección ni título de maravilla natural que le quite la etiqueta.
Claudia Otero Rojas
DNI: 09335343