Intromisiones
Recuerdo que cuando pasó lo del presidente Nixon y el caso Watergate era un muchacho imberbe. Y de lo leído y recuerdo es que tuvo que dimitir de la presidencia de los Estados Unidos de América por hacer escuchas ilícitas, no permitidas por la ley [eso en Perú no existe (las leyes son meros referentes, no de aplicación) porqué el “chuponeo” es parte de la política sino preguntemos a los patas de la repartija]. El caso lo develaron dos periodistas del Washington Post, que para muchos fue el modelo del periodismo de investigación y paradigma de la conducta del periodista/ciudadano frente al poder [¿habrá alguno es Isla Grande?]. Y claro, Nixon con tan grave acusación de afectación a un derecho fundamental tuvo que dimitir; entre la seguridad y la libertad, se prefirió la libertad. A su casa, al menos Nixon dimitió pero en Perú o España no dimite nadie. Pero por estos tiempos esos conceptos de vida íntima, intromisión han cambiado de tornas. No tenemos intimidad, esta es observada por un Gran Hermano, la profecía de Orwell válida para regímenes totalitarios se hace en el mundo de las libertades [¿o acaso el capitalismo transnacional no es totalitario?]. Nada de lo que ocurre en la red es anónimo, confidencial. Estamos desnudos de cara a ella. En situación de vulnerabilidad – entiendo mejor la metáfora del desnudo como protesta, se está indefenso y vulnerable. Somos espiados las 24 horas del día. Lo que se escribe está siendo rastreado por esos grandes hermanos que en las películas salen de traje y corbata. Nada pertenece a uno [los grandes servidores de Internet se lo entregan todo al gobierno de Estados Unidos], estamos vacíos y lo peor es que se hace por mandato de un Premio Nobel de la Paz como es el presidente Obama, cruel paradoja. Por eso acciones como Assange o Snowden deben hacernos pensar sobre el uso de la información dentro de un mundo que vive la neurosis de la seguridad en desmedro de la libertad.