Ésta es la historia de Tulio Narciso Ruiz, joven de veintisiete años, piel trigueña para blanca, contextura delgada y estatura por encima del promedio loretano. En la última etapa de su adolescencia, mientras estudiaba, mejor dicho mientras seguía – porque no estudiaba- la universidad en la capital, optó por dar un paso al costado de la vida académica y seguir las respuestas a sus constantes problemas existenciales. Narciso ingresó a los diecisiete y dejó a los dieciochos años la universidad y la dejó porque sentía, producto de su educación ortodoxa ajena a los placeres y realidades relativas que posee la vida, que no encajaba en la masa estudiantil, los veía como borreguitos todos caminando hacia un objetivo sin ponerse la camiseta de dicho fin, no importa la camiseta cuando lo que se hace se hace de forma autómata. Sentía como que cada universitario asiste a clases porque es el siguiente paso hacia la muerte, nada más; antes de morir, asistir primero jardín, colegio, universidad, trabajo rutinario de décadas donde la principal retribución es el estrés y enfermedades crónicas.Ante tal paradigma mental que tenía Narciso no tuvo mejor salida que dejar la universidad un día antes que empiece el segundo año de clases, vender la ropa fiestera y cara que poseía, comprar un pasaje terrestre y enrumbarse rumbo a aventuras desconocidas; primera parada, Cuzquito, papai. Eligió Cuzco debido a que en sus tantas luchas existenciales, un día decide comentar a sus amigos, –“me siento no se cómo, ósea supuestamente tengo todo, una linda enamorada, tengo buena ropa, buena comida, buena casa, buenos amigos pero igual siento un gran vacío en mi interior, creo que necesito ayahuasca”-; por ahí surgió, como siempre en los habitantes de la selva, algún comentario picaresco, -“eso lo que sientes en tu interior, se llama bichos, quica, a ti te falta un buen purgante y directito a meditar, ahí está la solución cumpita”; aunque también surgen comentarios provechosos y es el que llamó la atención del Tulio; -“mano, lo que a usted le hace falta es la palabra divina, a usted le falta comerse la biblia, léala y ese vacío que lleva en el interior que no es por bichos ni por hambre, desaparecerá”; efectivamente la leyó y sí, llenó el vacío que tenía, sin embargo abrió un nuevo hueco, quizá mas profundo quizá mas al piso. Narciso como buen lector se zampó en una el antiguo y nuevo testamento, pero no le interesaba las parábolas milagrosas o la multiplicación del bitute, a él lo que le atrajo fueron las constantes salidas a las montañas que hacían los profetas y mesías bíblicos para encontrarse con seres superiores, para comunicarse con el universo; es bajo tal lógica que Narciso Ruiz decide elegir a Cuzco como su primera opción de despego del mundo material y lo eligió a por las montañas que la rodean, Machu Pichu, Sacsayhuaman, el Templo de la Luna, del Sol, del Puma, Kuélap, Las equis; Amaru Pumac Kuntur, ¡Hanash Pacha Runac!.
Desde que Tulio Narciso Ruiz tomó la decisión de dejar la universidad en busca de respuestas interiores que no eran resueltas desde su cómoda y placentera vida, percibo que su actitud es otra, apunto de acabar su segunda carrera, dueño de una eficiente empresa de turismos donde rescata las costumbres y tradiciones de comunidades ancestrales, me cuenta: “El show primordial de esta vida no es acaparar bienes materiales, interésate por aprender más cosas del alma, hay momentos que hasta tu familia te dará la espalda cuando vean que te sales del rebaño, no te detengas sigue fiel a tu causa, si sigues este consejo, lo resto, incluyendo el amor familiar y las cosas materiales volverán a ti por añadidura”. Tan simple como que dos mas dos da siete.