Por: Moisés Panduro Coral
En unas horas más, el gobierno del señor Humala designará a su séptimo Primer Ministro en menos de cuatro años de gobierno, lo que en términos matemáticos representa un promedio de dos jefes de gabinete por año, todo un récord en materia de cambios ministeriales. La velocidad de recambio no es, sin embargo, enteramente atribuible a la oposición democrática o a factores exógenos a la economía, es más bien producto de yerros propios, de desatinos políticos derivados de conductas poco democráticas y nada santas, de contradicciones clamorosas, de falencia de enfoque de futuro y de metas precisas que trasciendan más allá de un gobierno.
En regiones vemos lo mismo, aunque sería mezquino no diferenciar de la mayoría a aquellas que sí han logrado estabilidad política, avance sin pausa hacia el desarrollo, metas efectivamente obtenidas y más que todo palpables en la sensación de bienestar que se percibe en la gente como, por ejemplo, ocurre en la región San Martín. Loreto es de esa mayoría en donde se siente insatisfacción, atraso, incertidumbre, decepción con cada gobernante que se elige. Pero aquí la cosa adquiere una dimensión trágica porque el círculo vicioso se repite cada cuatro años: a la decepción, le sigue la expectación, ésta se desembalsa en una elección que, a su vez, da paso a la equivocación, y de ahí a la decepción, y así sucesivamente.
Carentes de perspectiva, preocupados más por devolver a los inversionistas el dinero gastado en campaña o por gozar de los privilegios del poder, la escualidez propositiva de quienes asumen la conducción del gobierno regional se desnuda sola, sin necesidad de la oposición. No tener un norte hacia donde dirigirse, un puerto donde anclar, un rumbo a seguir, un camino a caminar, hace que estos gobernantes tomen decisiones poco reflexivas que cuestan dinero, tiempo, esperanzas, progreso y hasta vidas, afectando gravemente el futuro de los gobernados. Uno de los hechos que grafican esta penosa situación es la designación y cambio de hasta cuatro directores regionales de Salud en Loreto, en menos de 3 meses de gestión y la muerte de 11 niños por causa de una infección intrahospitalaria en un hospital regional.
Otro factor que atenta contra el futuro, es el comportamiento de la ciudadanía frente a la corrupción manifiesta de sus gobernantes. Unos días atrás estuve en San Martín y pude ver en la televisión local cómo una autoridad era duramente cuestionada porque no podía explicar un pago de menos de 300 soles que se le había hecho en su boleta de pago en una entidad pública, además de recibir palo de todo lado debido a que una empresa relacionada a su cuñada era proveedora de la entidad que dirige. En cambio, en Loreto, donde el choreo es cotidiano, descarado y de una magnitud monstruosa, eso es algo rutinario, desata indignaciones momentáneas, y luego todo pasa, hasta puede darse que el fulano o la fulana sea reelegido o elegida abrumadoramente en algún otro cargo, o llevar de la mano a algún pariente al Congreso.
Aquí en Loreto, tenemos canon petrolero y exoneraciones tributarias, allá en San Martín no tienen nada de eso, pero su velocidad de desarrollo, no cabe duda, es envidiable. Para mí está claro. Si queremos encontrar explicaciones a las diferentes velocidades de desarrollo entre una y otra región no nos quedemos en las ventajas geográficas o de recursos naturales, tenemos que analizar otras variables, ir al fondo del alma colectiva, comparar la calidad de sus gobernantes, auscultar la sapiencia de premio y castigo del electorado, explorar su actitud frente al futuro.