Ineficacia de congresales

Ineficacia de congresales 

El vasto Congreso borgiano, algo que nada tenía que  ver con el mundillo de escaños y otorongos,  acabó en un vasto incendio. No se levantó  nunca más de las cenizas. Es posible que eso sea el destino de cualquier Parlamento de este planeta, cuando se invente algo mejor. La dispersa clase de congresales esta hasta las patas en cualquier parte de esta tierra. Su prestigio tiende  a menos cero, su eficacia deja mucho que desear.  Y bastante que criticar. Eso es lo que merece  hasta ahora el nuevo recinto de legisladores de la ilustre blanca y roja.  

El Congreso peruano es tan malo que no fiscaliza como exige su naturaleza, no emite leyes  como debería ser. Los parlamentarios  pierden el tiempo,  y cobran a manos llenas,  por ocuparse de la crónica roja de los escaños. El tiempo se pierde en investigar, en escuchar descargos, en redactar mamotretos para sancionar  a congresales que han visitado los predios de la delincuencia. Los otorongos incaicos tienen que comer otorongos. Como nunca antes. Y comer a mandíbula llena. Y en tan poco tiempo. En el auge de la gastronomía nacional,  como una burla. 

Entre tanta sanción como agenda del dìa este Congreso es deleznable. Es  posible decir que nunca hemos visto a un Parlamento  tan perdido en su propia incompetencia. Tan proclive a irse por los predios del atraco. Es absurdo que emplee tanto de su tiempo en limpiar de malos elementos.  Lo peor de todo es que todavía a los llamados padres de la patria les falta ver el caso de un congresal acusado de proxenetismo.  Como para no creerlo. A ese paso el Congreso perulero acabara sesionado en el auditorio del Poder Judicial o en el patio de una cárcel. En esos escaños, los congresales loretanos, salvo una que otra noticia, parecen pintados en la pared. No truenan ni suenan.