– Tierra Nueva y colectivo de artistas con Municipio de Lima y Gorel
Homenaje callejero a Arguedas
Por el éxito de la actividad los representantes de Tierra Nueva evalúan la posibilidad de realizar similar jornada en otras partes del país como una forma de mostrar que los loretanos también apreciamos y comprendemos la obra de Arguedas.
Percy Vílchez Vela, desde Lima
En cualquier calle de este Perú multicolor pueden desfilar diariamente todos los linajes, todas las sangres. Transeúntes a pie, de prisa o demorados, solos o acompañados, los hombres y mujeres que andan por allí son un impresionante fresco vivo y vital de esa patria diversa. El legendario y peatonal Jirón de la Unión acaso sea la más evidente muestra cotidiana del paso de las tantas razas nuestras. En ese jirón, en el concurrido Palais Concert, no está ya el posero Conde de Lemos diciendo su conocida frase, ni están los otros artistas célebres de ayer que jironeaban, conversaban, lanzaban sus agudas palabras. Está la multitud. Entre esa multitud andante de hoy estuvo José María Arguedas, gracias a una actividad auspiciada por Tierra Nueva, un colectivo de artistas pertenecientes a la Escuela de Bellas Artes, el Gobierno Regional de Loreto y del Municipio de Lima
Entonces, en el brillante y aseado suelo de la cuarta cuadra del Jirón de la Unión, fueron pegados sendos stikers con la figura estilizada de un impetuoso danzante de tijeras. El animoso artista, distribuido a lo largo y ancho del piso, estampado como un afiche caído alteraba el paisaje de la representación callejera donde pululan ofertas de esto y lo otro y rostros de candidatos a cualquier cargo. Ese contraste, entre el arte y el comercio, era una ingeniosa manera de llamar la atención, desde abajo, a los transeúntes habituales de esa arteria populosa. Porque se iba a realizar un homenaje callejero a José María Arguedas, el escritor que alguna vez no pudo más con sus dolores y los dolores de este país y se suicidó, en el centenario de su nacimiento.
El transeúnte habitual de esa arteria populosa, vitalizado por la figura de ese danzante estilizado, se encontraba luego con cinco mesas con sus correspondientes sillas adornadas con hojas de coca milenaria, el maíz de siempre, pequeñas figuras de procedencia andina y ornamentos telúricos. El transeúnte se encontraba, además, con algunos libros escritos por el novelista. Se encontraba con una edición artística basada en el cuento “La agonía de Ñasu Riti, con “Yawar fiesta”, “Todas las sangres”, “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, el cuarto tomo de sus obras completas. La cuadra citada había sido tomada entonces por el impetuoso danzante y por algunos libros del infortunado escritor andino y peruano.
El estilizado danzante de tijeras, desde el suelo, combatía mágica o poéticamente contra el consumismo de siempre, la oferta y la demanda, la obsesión por comprar. Escuchaba a los vendedores ambulantes o fijos que ofrecían tatuajes perpetuos, sexo completo, golosinas y otras cosas. Y se conmovía ante la presencia de esas sangres desvalidas y mutiladas que también son el Perú: el inválido que moviéndose echado en una carreta ofrecía loterías, el ciego que pedía limosna cargando a su hija dormida, la mujer que entonaba su rondín suplicando ayuda por el amor de Dios y la hilandera que carecía de brazos y hábilmente tejía con la boca. Entre ellos y ellas estaban los libros expuestos ante todos.
Entonces en esa cuarta cuadra, por intervención o no del dibujado danzante de tijeras, ocurrió el milagro. Los transeúntes de la fría tarde de ese último viernes de junio del 2011 alteraron el normal curso de sus vidas y se detuvieron alrededor de las mesas, pidieron información sobre el autor homenajeado, hojearon los libros y se sentaron a leer. Leer a Arguedas, el hombre que alguna vez sintió que había vivido en vano, en plena calle, entre la gente que iba y venía. Leer en un país que ocupa el último lugar en compresión de lectura a nivel continental.
El estilizado danzante de tijeras seguía en el lustrado suelo, vital pese a la humedad que traía la inoportuna garúa, “la miserable garúa de siempre”, y entonces ocurrió que una niña de evidentes rasgos andinos, de color cobrizo, de color cocha, se sentó a hojear uno de los libros expuestos. En su rostro pronto apareció el entusiasmo, la única sabiduría como diría el poeta Martín Adán. Entusiasmo de poder palpar el mejor invento de los humanos. Entusiasmo de poder acceder a la magia de las letras alineadas. Entusiasmo de poder conocer otras vidas, otros destinos. Después otras niñas y niños también hicieron lo mismo. Pero el más entusiasta, acaso el más sabio, fue un adulto que estalló en la lectura en voz alta de algunos párrafos de “Todas las sangres”. Nadie le había pedido que hiciera eso, Fue su iniciativa. En esa cuarta cuadra, ante ese entusiasmo inesperado, ante esa negación del peruano iletrado, nos preguntamos con angustia: ¿cómo entonces estamos en el último lugar en compresión de lectura? La respuesta viene sola: porque los que pueden hacerlo, los que están obligados a hacerlo, a difundir la lectura a todo nivel, todavía no hacen nada.
El estilizado danzante de tijeras desaparecerá del suelo tan pronto se acabe el homenaje. Desaparecerá disgustado, pues un vecino con cara de pocos amigos, nombrándose como líder de los comerciantes de esa cuadra, se opuso a los stikers del suelo, diciendo que eran simple basura y que incentivaban a los transeúntes a arrojar papeles al piso. Lo absurdo también estuvo presente en esa jornada. El pintor loretano Alfonso Rodriguez, el autor intelectual del homenaje en la calle a Arguedas, el que se movía de prisa para que las cosas marcharan bien, tuvo que hablar a favor del danzante mencionando su importancia cultural en esta patria creativa y diversa. Y, por supuesto, mencionar a Arguedas.
En la cuarta cuadra del célebre Jirón de la Unión, el homenaje callejero a José María Arguedas se acabó el domingo, a las siete de la noche. No estamos de acuerdo con ese final. El entusiasmo de esas criaturas merece otro esfuerzo. El lector en voz alta, también. Los que quisieron leer y no pudieron por una y otra razón, además. ¿No se podría ampliar, expandir, perfeccionar ese homenaje callejero a Arguedas y mostrarlo en cualquier otra calle de este país multicolor?
Felicitaciones por la iniciativa en este año del centésimo aniversario del nacimiento de JMA. Hay que recalcar y reforzar la idea y sentimiento que la amazonía es también un lugar de todas las sangres.
Me permitì copiar la nota en el Muro del grupo «Justicia para Arguedas» en : http://www.facebook.com/home.php?sk=group_136055019787971&ap=1
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