Homenaje a la lectura

La experiencia con los lectores/lectoras de quien escribe un libro es una situación que genera muchas expectativas, en mi caso nunca estoy tranquilo. Los lectores o lectoras siempre sorprenden con preguntas por donde uno menos espera, ese lector juicioso que nos menta Adam Smith, navega en diferentes aguas y está al acecho. Obliga a repensar tus hipótesis iniciales sobre la novela, la escritura y hasta el oficio de enfrentarse a la página en blanco. Es un ejercicio previo de saneamiento y decantamiento. Largo este rollo a raíz de mi participación última en el Colegio Nacional de Iquitos (CNI) sobre la experiencia lectora de la novela Fulgor de Luciérnagas, gracias a la invitación de José Rodríguez Siguas, un lector también comprometido en esta tarea de sensibilizar a los jóvenes a leer en la bulliciosa floresta como es la ciudad de Iquitos. Sin desdeñar el mérito de los otros colegas que le acompañan en esta hercúlea y noble tarea. Es un esfuerzo desde ya que hay que apoyar donde uno esté. Porque están modelando ciudadanía, una ciudadanía sensible y atenta a los problemas que nos circundan, esa es una tarea al promover la lectura. En el aula del CNI escuché la síntesis hecha por las muchachas y muchachos de la novela, pergeñaron hasta personajes del pelaje del Negro Long Zoy, hicieron dípticos y presentaciones en power point. Se observó que escarbaron la novela y eso es un gran mérito en la lectura. Luego pasaron a la sección preguntas y también con cuestionamientos muy variados que obligaban a ser una flexión. Hay una pregunta que emerge en diferentes foros y es válida, si el narrador es el autor, se suelen hacer símiles entre ellos; conté la anécdota que uno de los personajes en mi primera novela publicada pasaba por apuros económicos y al volver a Iquitos me encontré con un amigo del colegio que había leído la novela con quien fuimos a tomar un refresco de camu camu y a la hora de pagar él se levantó de su asiento y me dijo que pagaba él porque sabía que yo pasaba dificultades económicas, sonreí y dejé que pagara para no matar su ilusión, es que la escritura te depara sorpresas. Además que es un buen indicador para quien escribe al lograr lo que decía Aristóteles en Poética que una las exigencias de las obra literarias es la verosimilitud, en ese sentido satisfecho. Cada encuentro con los lectores y lectoras te remueven emociones y espero que la experiencia en el CNI haya removido a estas ávidas y ávidos jóvenes.

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