La celebración oficial de la Semana del Chilcano de Pisco se fue por otro rumbo debido a las ávidas gargantas nacionales. Todavía no se terminaba la resaca de todo lo bebido en las fiestas de fin del año 2014, cuando apareció otra vez esa fiesta, y en tantos lugares del país la parranda pisquera se disparo hacia los otros licores como la cerveza, el ron, el vino y otros tragos de dudosa reputación. Nadie pudo frenar semejante parranda de la garganta y del salud a toda hora y a toda prueba. Y los peruanos se acostumbraron a vivir así, celebrando la semana eterna con cualquier licor. Donde primero se acabó el festejo fue en la remota región de los bosques.
En la zona tórrida y torrencial no eran muy amantes del pisco y, como era obligación celebrar la semana aquella, fue inventado un trago explosivo que venía directamente de la caña canera. Así apareció un tremendo licor que no respetaba nada y una sola toma parecía la embestida de una dotación de microbuses destartalados. Los que sobrevivieron a la celebración cuentan que nadie sabe a ciencia cierta a quién se le ocurrió propagandizar esa licor adulterado como si se tratara de un elixir de dioses, una infusión del chilcano de pisco, en todas las celebraciones de ese año.
En poco tiempo, debido a su combinación letal, el llamado pisco de cana aceleró los males del hígado y del riñón y pronto ocurrieron los incidentes que despoblaron a las ciudades y a las aldeas rurales. Los bares y los lugares de la parranda se convirtieron en sitios letales donde los bebedores reventaban de un momento a otro, mientras la propaganda sobre las bondades del chilcano de pisco, el pisco de cana en realidad, seguía su curso para atraer gargantas del extranjero.